lunes, 31 de agosto de 2009

Un comentario al articulo del grupo Ulises

Liberad exterior y Libertad interior
He leído con mucho interés el documento de la agrupación ULISES. Por dos razones diferentes. Una, por el acento puesto por el grupo en la sustancia material del escrito: la cuestión de “soberanía nacional”, la plena independencia de un Estado Nación para obrar en el mundo. Alberdi, de quien tanto se ocupa y con razón, este blog, la llamaba “libertad exterior” del país.
El otro motivo que ha despertado mi más vivo interes, ha sido la falta de toda consideración, en el texto que comento, de lo que Alberdi llamaba la “libertad interior” dentro el Estado-nación. Esta omisión se observa en la firmeza con que el grupo ULISES demanda como cuestión previa consolidar y mantener , en todos los terrenos y todos los tiempos, como cuestión existencial, la “libertad exterior”. Del texto del documento y del comentario de Mario Cafiero, uno debe inferir que “libertad interior” – o sea la vida política democrática en un pueblo formado por hombres libres - sería una cuestión de segundo orden. Los países debieran poner primero vigencia la plena libertad exterior. Esto equivale a otorgar valor absoluto a la soberanía del Estado nación. Oportunamente y en la medida que ese empeño lo permita, se podrán ocupar la sociedad y el Estado de la libertad interior, la que corresponde a todos y cada uno de los habitantes del país.

¿Estado sobre el Pueblo o Pueblo sobre Estado?
Por más que se lo negara, esta posición decide privilegiar la libre determinación de la sociedad y al Estado sobre la libertad de los miembros de la sociedad; esto es sobre (y si es necesario, contra) la libertad de los individuos. Alberdi rechazó y la Constitución Nacional argentina rechaza esta posición. También – a la luz de las tragedias sufridas por la humanidad en el siglo XX , guerras y genocidios repugnantes – la rechaza todo espíritu que se precie de moderno. La rechazan incluso, aunque no siempre con cabal conciencia de ello, los “defensores de los derechos humanos”. Justo éstos exigen más que nadie que han de prevalecer los “derechos inalienables del ser humano” sobre toda pretensión del “todo” (Estado o sociedad) de vulnerarlos. Los tribunales de Nüremberg y el “Nunca Más” argentino, son pruebas acabadas que ésta es la actitud que ha de prevalecer, si se quiere una moderna evolución de la humanidad.


El asunto se oscurece cuando pensamos con paradigmas fuera de época y, encima, se le agregan condimentos sentimentales, tan propio de la vida política. El texto completo del Himno Nacional aprobado por la Asamblea del año XIII revela un espíritu patriótico vibrante que exigía que todos los pueblos del mundo rindieran homenaje a la nueva nación, a cuyos pies – además - debía postrarse rendido el hispánico León. En vísperas del Centenario el himno fue podado de esas estrofas y entre los que rendían homenaje a la potente Argentina estaba, nada menos, que la reina de España. ¿Nada significa esto?
Los políticos que pretendan colaborar en la forja la democracia en su patria, no pueden dejar de pulsar el “espíritu del tiempo”. Es comprensible que los necrofílicos dictadores de la Italia fascista, la Alemania nazi y la Unión Soviética comunista, no pensaran así. Para ellos el valor primero fue la “soberanía nacional”, a la vez que veían a la “libertad interior” como la mayor amenaza para su poder. Poder ejercido según ellos (y no demasiado errados) en nombre del “pueblo”, siempre contra la “libertad interior” de los individuos. Los individuos debían ser sometidos a su caprichoso egoísmo en aras de supuestos superiores “ideales colectivos”. “Nacionalismos” y “socialismos” de toda laya han mostrado, en este punto, no guardar diferencia alguna. Cosa que denunció siempre Juan Bautista Alberdi.
¿Qué resultados dejaran para sus patrias estos defensores de la soberanía nacional”. Solo llanto y luto, barbarie y destrucción. Para mayor escándalo, poco antes o poco después, la soberanía por la cual no titubearon en segar millones de vidas y cancelar toda libertad interior, quedó hecha escombros. (¿Ha aumentado nuestra soberanía sobre las Islas Malvinas después de la guerra desatada por la dictadura militar de 1982? Estas experiencias no deben ser ignoradas por los hombres públicos. Creo que se debe distinguir – como tempranamente lo hiciera Esteban Echeverria – entre estos “nacionalismos” y “socialismos” de facción (siempre contrarios a la libertad interior o sea a la libertad individual), de lo que se es el legítimo “sentimiento patriótico” y “sociabilidad”. No entrare en detalles sobre estos conceptos para poder ocuparme de un asunto muy importante al que se refiere una y otra vez el documento de ULISES. Alberdi lo trató con valentía escribiendo el “Crimen de la guerra contra el Paraguay”.
Cerraré este comentario con un punto principal.

¿Cuáles son los principales recursos naturales de un pueblo?
Dice el documento: “un país que gestione y administre con responsabilidad y eficacia sus ACTIVOS NATURALES generará en el mundo confianza y prestigio. Nadie respeta a quién, en lugar de defender y aprovechar lo que le es propio, confía su suerte a ilusorias dádivas internacionales.”. Nada más cierto. Tienen aquí los declarantes plena razón y nos permitimos enviarles nuestro aplauso, si para algo vale. Lo que invalida el potencial poder de tan detonante declaración, es el erróneo concepto que los manifestantes tienen de lo que son los llamados “recursos naturales”. Son víctimas de la ciencia jurídica y económica al uso. Ciencias del derecho y de la economía de cuyo chapucerismo da cuenta su constante fracaso en ofrecer soluciones para recobrar la secreta fuente del impulso para el progreso que nos introdujo en el mundo cuando éramos una aldea. Tienen los autores del documento como “principal activo público nacional los inmensos recursos (hay aquí tautología), incluidos los de su mar, lecho y subsuelo”. Y de ahí en adelante hace una especifica excursión restringida sobre la supuesta abundancia de petroleo (sobre un informe del año 1977) y “los recursos naturales de la plataforma continental de propiedad del Estado nacional”.

Ni una palabra sobre el principal recurso natural de una nación, sin el cual ni siquiera es posible su existencia real: la tierra. Ni el recurso financiero que de ella deviene para sostener el gobierno del Estado y las políticas sociales: la renta del suelo. De esto era lo hablaban los hombres democráticos de Mayo, como Belgrano, Agüero y Echeverria, entre otros. . Era lo que mientras hacían aspavientos con la bandera de la soberanía nacional callaban astutamente los mandones de la época. Agitaban esta bandera y con impúdica codicia acumulaban tierras para si a la vez que, escandalosamente, se hacían millonarios apropiándose de la gigantesca renta del suelo que, en pocos años se formó en Argentina con la llegada de millones de trabajadores y la inversión de cuantiosos capitales reales. Los acaparadores de tierra y exprimidores de la pública renta del suelo, expropiaron, sin asco, los frutos del trabajo de la mayoría de los habitantes. De propósito o no, minaron el promisorio destino argentino. En los 1930 fueron por más. Le quebraron al país su espina dorsal. A los escuálidos trabajadores le impusieron la carga, la obligación de sostener los gastos del Estado. Crearon el actual sistema de impuestos. Para este sistema (que en silencio enseñan los docentes de Universidades, son principales “hechos imponibles” el trabajo y la inversión, la producción y el consumo. ¿Se quiere mayor escarnio?

El depredador sistema de recursos arruina la soberanía
El sistema de recursos del Estado existente se forma por los siguientes subsistemas a) Mediante el derecho privado propiedad de la tierra (Código Civil); b) Por la apropiación por los particulares de la renta pública del suelo (eliminación de la contribución inmobiliaria pensada por los hombres de Mayo) y c) Por la confiscación de los frutos del trabajo y la inversión de capital (leyes de impuestos). Este conjunto fue y es fatal para la vida de los argentinos. Minó y mina lo único que justifica y explica la “soberanía nacional”: la libertad de los individuos y el bienestar general (Preámbulo de la Constitución y arts.14 a 20) .
Pero esto no es todo: esa base venenosa para la salud de la patria no fue ni es atendida en debida forma por los intelectuales y los políticos argentinos. En lugar de cambiarla optan por los siguientes expedientes suplementarios: a) con la deuda pública; b) con la falsificación del dinero, principal instrumento de la economía civilizada, produciendo inflación y c) con la represión y a la corrupción, poniendo al pueblo de patitas en la calle para que el gobierno sea un negocio para ” especialistas”. ¿Qué tipo de democracia es ésta? ¿Dónde se hallará al pueblo para defender la legítima soberanía si ella es vulnerada?
Nunca se pudo haber hecho más para acabar con los sueños de independencia y soberanía. Lo demás es cartón pintado.

Hector Raul Sandler, Profesor Consulto, Derecho, UBA, Diputado de la Nación (m.c.)

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