sábado, 12 de septiembre de 2009

"Son los Medios Audiovisuales, Estúpido" Por Maria Zaldívar


La ausencia de Francisco de Narváez en el plenario de comisiones con el que se inició el tratamiento del proyecto de la ley “Lo mío es mío y lo tuyo es mío” es imperdonable. Faltó después de aburrirnos paseándose por los canales de televisión repitiendo una serie de vaguedades políticamente correctas llenas de conceptos vacíos y tan generales que resultan universalmente refrendables, desde Lenin a Hitler.

Salud y trabajo para todos, paz social, seguridad y un futuro venturoso, todo garantizado por Unión-PRO, obviamente, fue el pobre discurso con el que Franta ganó las elecciones a una no menos pobre oferta oficial el 28 de junio pasado. Tan pobres ambos, para ser equitativos, como el reclamo de la sociedad que no logra exigir menos slogans y más proyectos, menos sonrisas y mejores funcionarios.

Escuchar a miembros de la Coalición Cívica apelando a la primera enmienda de la Constitución norteamericana para defendernos de la intención kirchnerista de cerrarnos la boca a todos con el falaz argumento de deshacer un monopolio que no es tal pero al que, de última, él mismo alimentó, es una incoherencia ideológica, casi una ironía, tanto como los radicales reclamando freno a la intervención estatal en negocios perfectamente operables por privados. Kirchner lo hizo.

Hace seis años que no suena en el país una música más potente que el chancleteo de las pantuflas de Néstor, lo que es en sí mismo, una calamidad. Porque, si bien los hunos arruinaban el pasto a su paso, Kirchner arrasa con todo. Y como encima no ha parado de caminar ni un segundo, el daño producido es a gran escala.

Nadie parece ni aparece dispuesto a contrarrestar tanta destrucción y tanto despliegue. Néstor Kirchner pulverizó las fuerzas armadas; pauperizó la producción agroindustrial; ignoró a adversarios y humilló a seguidores; azuzó toda clase de enfrentamientos; aisló al país hasta arrinconarlo con las peores juntas de la región; le mostró los dientes a la Iglesia Católica y ahora va por los medios de comunicación.

En especial los audiovisuales, según trascendió, y trascendió también un supuesto interés personal en beneficiar con la adjudicación de los medios digitales a CTI, la compañía del mexicano Carlos Slim con quien el matrimonio se fotografiara sonriente y encuentro del que sólo trascendió la foto pero nunca los motivos. Para mayor coincidencia, en México aún reside el ex marido de la ministra Garré, el terrorista Juan Manuel Abal Medina cuyo hijo engrosa las filas del kirchnerismo auténtico y suele merodear por los despachos de la Jefatura de Gabinete.

Si hasta suena el nombre de Jorge “Corcho” Rodríguez entre los futuros beneficiados aunque en su caso y el de Lázaro Báez, les tocaría en suerte el juego por internet y el millonario paquete de los SMS para las apuestas por goles. En fin, la vida es una timba y si no lo era, lo será en breve.
Que la clase dirigente no haya previsto la tendencia que llevaban las administraciones mellizas, corregidas y aumentadas de Néstor y Cristina, es reprochable. ¿Tanto asesor y tantos privilegios para enterarse por el diario de la eficiencia oficial para “chuparse” un Pinedo para el gobierno en la nariz del principal operador del bloque opositor?

Se cosecha lo que se siembra. Ahora de Narváez denuncia en Facebook que lo quieren demandar penalmente por el supuesto ocultamiento de acciones pero se bancó dócilmente la conducción partidaria de Néstor Kirchner hasta que a él se le ocurrió renunciar y ahora se banca dócilmente la del felpudo (Buzzi dixit)

Estamos frente a la movida más osada de la era Kirchner y no se agota en el enorme daño económico que va infligir a las empresas relacionadas con el negocio de las comunicaciones, tanto a aquellas que tiene expresamente previsto perjudicar como a cientos de otras que también serán damnificadas. Tampoco se agota en la acumulación de desaires a la seguridad jurídica que es el pájaro llamador de inversiones en el mundo civilizado. Reformar la legislación vigente tal como está planeado implica el apogeo del autoritarismo puro y duro y la pérdida de todas las garantías constitucionales en forma paulatina.

En ese debate o en esa batalla como bien la definió el esbirro Mariotto que, como un chico maleducado levantaba los hombros ante el menor reclamo que sonaba desagradable a su oído, no tendrá la libertad de expresión voceros a la altura de las circunstancias. Nadie habrá de entender cabalmente el significado del desastre que se estará cometiendo porque hace décadas que la Argentina abandonó el culto por la libertad, a secas y porque, en realidad, es un valor que ha dejado de encabezar el listado de requerimientos de la sociedad.

De Narváez, el ausente, es tan traidor a la causa de la libertad como Macaluse y como cada uno de aquellos que, por acción u omisión, colaboran sin pelear con el éxito de las patrañas de la presente gestión.

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