lunes, 30 de noviembre de 2009

Proponen crear un impuesto a la tierra

En la Cadena Agroindustrial Argentina

Especialistas presentaron un proyecto de reforma fiscal que incluye un plan de mejoramiento de la recaudación.

La sustitución de las retenciones a la exportación de granos por un impuesto a la tierra. Ésa fue la propuesta principal que presentó ayer un grupo de especialistas en las sextas Jornadas de la Cadena Agroindustrial Argentina, que se llevaron adelante en la Bolsa de Comercio de Rosario.

La idea diseñada por Alberto Porto, presidente de la Asociación Argentina de Economía Política y docente de la Universidad Nacional de la Plata, desató algunas críticas de los integrantes de la Mesa de Enlace, como Hugo Biolcatti, presidente de la Sociedad Rural Argentina (SRA) y del titular de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), Mario Llambías (ver página 6).

A lo largo de los distintos paneles que se pusieron en marcha a media mañana, los disertantes desgranaron los resultados del documento “Política Agroindustrial. Fundamentos para el desarrollo sostenido y sustentable de la agroindustria”.

La posibilidad de la eliminación de las retenciones, un tributo definido por Adrián Vera, presidente de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, como “autoritario”, fue lo que atrajo la mayor atención de las jornadas. El economista Alberto Porto fue quien desgranó la receta para reemplazar la brecha fiscal que provocaría la eliminación de los derechos de exportación.

Según Porto, esta decisión podría “no tener ningún impacto fiscal ni producir un déficit en la recaudación del Estado, si la medida se complementa con iniciativas “realistas y modestas” que, al mismo tiempo, no provocarían un aumento de la pobreza. Propusieron la implementación de un bono contra la pobreza de 40 y 60 pesos.

La fórmula que expuso el economista para compensar los 17.700 millones que generan para las arcas del Estado el cobro de las retenciones a la exportación de granos es por medio de un plan para disminuir la evasión, aceitar la eficiencia del gasto e implementar un impuesto a la renta potencial de la tierra o a la primera venta de productos agropecuarios.

“La Nación perdería unos 17.700 millones con la eliminación de las retenciones, pero recuperaría 7.900 mejorando la recaudación un 1,5 por ciento. Las provincias percibirían 3.900 con el impuesto a la renta potencial de la tierra, y 5.300 por recaudación impositiva”, puntualizó.

Luego, el vicepresidente y socio accionista del Grupo Clarín, José Aranda, y el subdirector de La Nación, Fernán Saguier, expusieron sobre “los medios y su visión de la agroindustria frente al nuevo marco político-institucional”.



Agroexportaciones

Ernesto Liboreiro resaltó que el crecimiento de las exportaciones de productos originados en el agro “tendió a disminuir en la Argentina a partir de 1998”, con respecto a otros países. Según el director ejecutivo del Instituto para las Negociaciones Internacionales (Inai), la Argentina mostró “debilidades en la expansión de las exportaciones”. Entre las flaquezas del país, el especialista identificó la “concentración” de las exportaciones en “pocos productos” y el “pequeño porcentaje” de venta de productos al exterior de “preparaciones alimenticias”.

Liboreiro detalló que uno de los puntos en contra que tuvo la Argentina fueron “las exportaciones de productos con un precio unitario promedio muy bajo” y las políticas que se adoptaron a partir de 2006, que “fueron contrarias a la expansión” del sector. Comparó estas debilidades que enfrenta la Argentina con las fortalezas de otros países, como Chile, que lograron por medio de políticas de gobierno “diferenciar sus productos, ocupar un alto porcentaje de la mano de obra manufacturera en el sector agroindustrial y exportar productos con alto precio unitario promedio”.

sábado, 28 de noviembre de 2009

Respuestas a las preguntas del Seminario de la UBA

CARTA A UN ESTUDIANTE INQUIETO POR MIS JUICIOS CRITICOS A LAS REFORMAS DE LA CONSTITUCIÓN
Querido Marcelo:
Mis afirmaciones negativas en cuanto a las reformas del 57 y el 94 hay que examinarlas en un contexto socio/político/ económico y desde el punto de vista nuestra evolución (o involución) .
Desde esta perspectiva la Constitución de 1853/60 fue el "plano constituyente" diseñado para "constituir fácticamente" una extraordinaria sociedad de hombres libres, tratados en un pie de igualdad para cooperar fraternalmente en el desarrollo de la individualidad que cada hombre entraña. No le falta ni le sobra una coma, en especial a la vista de los principios fundamentales contenidos en su hermoso Preámbulo y la parte primera sobre Derechos y Garantías. El resto es pura "organización del Estado" al "servicio" de esa sociedad.
Pero, entre el plato y la boca se perdió la sopa. El Código Civil (leer el párrafo quinto de la nota al articulo 2503) abrogó principios justificantes de la Revolución de Mayo. NO MATERIALIZÓ DOS PRINCIPIOS SOCIALES DE LA REVOLUCION. Conozcamos cuales son. Fueron expuestos, el primero, en la Asamblea del Año XIII (abolición de la esclavitud) lo que significa no solo “libertad de trabajo sino principalmente “ser cada uno dueño del fruto de su propio trabajo”. El segundo comenzó con sucesivos decretos que remataron en la Ley de Enfiteusis de 1825. Establecieron la propiedad pública de la sociedad sobre la tierra y el derecho de los particulares a un fácil de acceso al suelo con el solo cargo de pagar un canon. Canon destinado a formar el "tesoro público". Libertad de trabajo, condición básica para todas las demás libertades, fundada materialmente en la permanente existencia de “tierra libre”, aunque no gratis. Permanente “frontera abierta” para todos los habitantes y hombres del mundo y para sucesivas generaciones formadoras la población argentina. Sin esto, no hay libertad de trabajo y propiedad privada del propio trabajo.
Asombra hoy la visión de aquellos hombres. Fueron capaces de captar de un vistazo el problema social fundamental e intentar solucionarlo mediante el derecho positivo. Bosquejaron el recto camino para solucionar la inevitable tensión entre deseables “individuos libres” y la ineludible “sociedad protectora” para que sin perjuicio de esas libertades se satisfagan las necesidades públicas. Dejando de lado las imperfecciones legislativas e institucionales, es bueno recordar el acertado juicio del uruguayo Manuel Herrera y Reisig quien al filo del primer Centenario afirmara que nuestro país fue el PRIMERO DEL MUNDO en dictar tan magnífica legislación.
Pero esta revolución hecha para “constituir” una Argentina moderna encabezando la evolución de la humanidad, debía hacerse en y sobre una “sociedad antigua” que llevaba casi tres siglos de existencia y se inspiraba en principios antiguos. El impulso revolucionario de Mayo fue frenado por la “sociedad antigua”. Así se explica que dos décadas después de Mayo reapareciera un gobierno reaccionario con el fin de “restaurar las leyes”. ¿Cuáles se había de “restaurar” sino las antiguas? La pulseada entre una germinal sociedad moderna, pujando por emerger del seno de la antigua, y las naturales resistencias que ésta oponía, fue cruenta e insumió tres décadas. Inevitable periodo de gestación. Se prolongó hasta el momento en que en doloroso pero gozoso parto el programa de Mayo vió la luz. Ahora escrito en las indelebles letras de la Constitución Nacional de 1853.
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Pero el impulso de vida de la Argentina moderna no significo la total desaparición de la sociedad antigua. Esta sociedad antigua era la materia que mediante nuevas leyes reglamentarias de los principìos de la Constitución (Arts.24 y 28) había que burilar una nueva sociedad. Un nuevo orden social. Pero las fuerzas espirituales de lo antiguo, encarnadas en la realidad ya “constituida” , buscaron sortear la categórica valla levantada por el Art.28. Encontraron en el docto jurista Velez Sarsfield el Virgilio capaz de sortear ese obstáculo. Mediante agudo ingenio , indiscutible erudicción y la aprobación a “libro cerrado” por el Congreso , mediante un par de artículos fundamentales, el Código Civil contrabandeó el derecho antiguo. No se lo hizo a escondidas, pues se declara abiertamente que se opta por el "derecho puro de los romanos" (nota al 2003) y que se confia en el “contrato locación” como el mejor intermediario entre los necesitados de tierra y la tierra misma. (Corroboren la verdad de este juicio a la luz de los millones de hacinados en villas miseria, conventillos y umbrales).
La cizaña quedó plantada. Seamos justo. En todo lo demás el Código ayudó a poblar el país, si bien no del todo, pero sí eficazmente. El "retroceso" al "derecho antiguo" pudo ser metabolizado sin grandes dolores (que los hubo: Martin Fierro dixit) gracias a la vasta extensión del territorio , la escasa población (800 mil habitantes en 1860), y la firme voluntad de los pocos terratenientes de poblar sus posesiones. Este conjunto de circunstancias y el especial momento del mundo, facilitó el arribo de casi 4 millones de pobladores antes de 1900. Pero el sistema contenía una "bomba de tiempo " que había que desarmar en algún momento so pena que, tarde o temprano, estallara una guerra fraticida. Esta fue, en Roma, el efecto del “puro derecho romano”. ¿Por qué habrían de ser distintos en nuestro país?
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La insoslayable primera oportunidad para desmontar la bomba desintegradora de la civilidad argentina llegó cuando se resolvó aceptar el sistema democrático con el voto popular para constituir el gobierno del Estado. Hablamos de la ley Saenz Peña. Pero otra oportunidad se perdió. Junto a ese proyecto , el gran hombre publico habia enviado otro proyecto de ley. El que cambiaba de raiz el sistema de impuestos. Proponía Saenz Peña una ley estableciendo el “impuesto a la tierra libre de mejoras”. Esto es ignorado hoy por todos los argentinos, salvo rara excepción. Este sistema institucionalizaba los principios sociales de Mayo y la Constitución. Saenz Peña sabia y muy bien que no hay efectivos ciudadanos si los hombres no tienen fácil acceso a la tierra, rural y especialmente urbana. Este impulso era animado entonces por muchos argentinos e importantes líderes del mundo. El libro de Henry George "Progreso y Miseria", de vasta difusion en décadas antes de los 1900 , ayudó para generar este impulso mundial, Se registró en países tales como Canadá, Nueva Zelandia, Australia y Dinamarca, entre otros. Lamentablemente los legisladores de 1914 no conocían o no querían seguir el consejo de Alberdi, quien asignaba más importancia al derecho al trabajo que al derecho al voto (Decía Alberdi: participar en la vida política es una opción; participar en la vida económica es una necesidad). Ignorando esta verdad, los legisladores aceptaron la reforma electoral , pero se negaron a la económica. Con la prematura muerte del presidente archivaron la revolucionaria ley que facilitaría a millones de trabajadores el facil acceso a la tierra. Esta fractura del proyecto de Saenz Peña fue fatal para la república y la democracia. Por la ley del voto, se concedio la ciudadana politica; pero al mantener el “derecho romano de propiedad sobre el suelo” se abrieron las puertas a la guerra civil. Insensatamente la “ciudadania política” fue enajenada de la “ciudadanía económica”. Con esa fracturada se echaron dio paso a ruinosa transformación social. Se fue produciendo una creciente sustitución de "ciudadanos" por "clientes", tal cual en Roma. Esta es la raíz del "clientelismo" que tan mal nos hace y que tanto se critica de balde. No escasean hoy insensatos convencidos que para unir ambas ciudadanias – la política y la económica – basta con la “educación”; o al menos con alguna materias sobre “instrucción cívica”.
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La segunda oportunidad para ajustar el orden económico para que sea consistente con el orden democrático, republicano y federal , se presento en 1932, bajo la presidencia del conservador Agustin P.Justo. El Congreso , por angustia fiscales, debía optar para afrontar el gasto publico entre recaudar la renta de la tierra o recurrrir a impuestos al trabajo. Optó por el "impuesto al trabajo" . Se lo llamó, para mayor escarnio, "impuesto a los réditos" (Leer sobre esta crucial etapa el libro de Meier Zylberberg , Raices totalitarias del fracaso argentino. De la emergencia de 1932 a la del 2006, Ediciones Cooperativas, Buenos Aires,2006 ). La bomba estaba lista por el Código Civil; pero con este sistema de impuestos se puso en marcha el reloj que la haria estallar. La hora señalada fue el 17 de octubre de 1945. Nació el peronismo. "Ciudadanos sin tierra" (las "masas" ) como tantas veces en la historia confiaron en un caudillo redentor.
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La tercera oportunidad se ofreció en la década 1945/55. El importante y perdurable movimiento popular manifiesto el 17 de octubre estaba formado principalmente por asalariados. Se gestó lamentablemente en momentos de gran confusión politica. Sufrió ( y sufre) influjos de una gran turbación ideológica mundial (Nazismo en Alemania, Fascismo en Italia, Falangismo en España y comunismos de distinto jaez en gran parte del mundo). Esta turbulencia se inició con y por la 1a. guerra 1914-18. A partir de ella se propagó el proteccionismo, se auspiciaron las economías centralizadas, la autarquía, la planificación estatal de la producción y el consumo. Para colmo, finalizada la 2ª. guerra mundial, estalló la llamada “guerra fría” entre los EEUU y la URRS.
En nuestro país a mediado de los 1940 , para superar la "injusticia social" generada por la combinación Código. Civil más el sistema de Impuestos al trabajo, se pensó en "remendar el daño" con "inyecciones de justicia social" aplicadas por el Estado. En lugar de establecer el "orden social justo" planeado por la Constitución 53/60, el gobierno militar tras el golpe de 1943 , bajo influjo de aquella oscuridad mundial, prefirió inyectar “justicia social" en la mayoría de las relaciones sociales y económicas del “orden existente”. No es lo mismo hacer una cosa o la otra. Cuando se elige el instrumento de “inyectar” justicias social, lo primero y principal es “hacerse de poder” y, c ontraviento marea, conservarlo. Con esta decisión y este logro, todo el orden social se transforma. Miríada de intereses corporativos florecieron como hongos en la nueva sociedad. El Estado (no la sociedad ni el individuo ), paso a ocupar el centro de la realidad política , económica , social y cultural (Ver los libros de enseñanza primaria de la epoca, ver los planes quinquenales, etc). Alrededor de este nuevo sol – el gobierno central - la constelación de intereses creados (y los que de continuo se crean por gozar de especiales beneficios), es tan inevitables como la lucha entre ellos. Como una burla del destino a la pretensión de hacer todo esto por el “pueblo” , lo que se consigue en los hechos es colocar al pueblo en la tribuna como mero espectador de hechos que no gobierna. Puede chiflar o aplaudir; nada más.
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Desde 1943 a 1945 se dictaron mas de 110.000 decretos leyes , aprobados en una sola sesion del Congreso en 1946. La Constitución argentina de 1853 perdió sentido. No calzaba ya con la “constitucióna real” que a mazazos se había conformado. Esta dicotomía entre ella y una nueva realidad la hizo inviable. Intereses corporativos , ideologias confusas y dosis de ignorancia concurrieron para liquidar a la Constitucion de 1853 y reemplazarla por otra Constitucion confesadamente ideologica. La Constitucion de 1949. Merece con razón el nombre de Constitución “justicialista” (Ver, por ejemplo, el nuevo Preambulo y diversas definiciones e instituciones). Lo más importante , pero no debidamente comentado: todo fue cambiado....menos el sistema de acceso a la tierra y el sistema de impuestos al trabajo. Al cabo de una década las ilusiones primeras se derrumbaron. Siguiendo la evolución la fractura política y social argentina se incrementó a niveles desconocidos. En respuesta y a ciegas se quiso a "golpes" (1955) corregir o volver la película atrás. La oposición generada en esa década no solo pretendía reimplantar la Constitución de 1853 sino volver al "orden" preexistente a 1943. Esto ocurrió entre 1955 y 1958. El fracaso, como no podía ser de otra forma, fue completo.
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En medio de tan tormentoso y dramático escenario ya nadie recordaba la cuestión del libre acceso a la tierra y ni a la cuestión de los impuestos. Asunto principal para todos los gobiernos (incluso desde 1954) fue reunir fondos para el Estado, De donde fuera y como fuere (Aumento de carga impositiva , creación de nuevos impuestos, deuda publica e inflacion). A nada se le hace asco con tal de afrontar el gigantesco gasto publico demandado por un Estado ahora elefantiásico. Todos, a su manera, deseaban aprovecharse del nuevo invento, de los dones del Gobierno, para aumentar la “justicia social" (de golpe o en cuotas).(En México, por fuerza de procesos semejantes, se acuño esta significativa frase: “Quien vive fuera del presupuesto, vive en el error”) . Chau federalismo, chau municipalismo, chau republica....La política paso a ser un lucrativo negocio. El sindicalismo no le fue a la zaga. Monopolios y prebendarios del Estado, tampoco.
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Los militares comenzaron a participar institucionalmente desde 1966. Los “golpes de Estado” no fueron más una chirinada. Las tres fuerzas armadas actuaron ahora , desde su singular punto de vista, “institucionalmente”. Coroneles y generales retirados pasaron a ser gerentes de “relaciones públicas” de empresas publicas y privadas. El golpe de 1966 fue “faustico". Según sus actores y apoyaturas era un salto a la modernidad. Para ello, entre otras cosas, se proscribió la politica y se destruyo la educación superior. Fue apoyado por civiles y militares, políticos , sindicalistas y dirigentes de círculos empresarios. Terminó con el cordobazo de 1969. A partir de entonces nuevas fuerzas volcánicas agitaron a toda la sociedad argentina. El rumbo se perdió. Se reincorporo al país al septuagenario caudillo exiliado desde 1955, ocurrido 18 años atras. Más allá de su voluntad, su presencia no aseguró gobierno. Ante el caos surgió un aleve espíritu de venganza de unos contra otros en toda la sociedad argentina. En este ambiente, malsano emergió un espíritu de revancha, producto de la sensación de padecer el país una derrota historica . Se produjo entonces el necrofílico golpe militar de 1976. Vino a acentuar el genocidio iniciado en los 1970 y reforzado en los 1974. La dictadura militar no arregló nada y arruinó mucho. Acabó en la ignominia de 1982. Fue enterrada en 1983 por un repentino fervor democrático.
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Cuarta oportunidad. La democracia volvió. en 1983. Pero cimentada, cada vez más, en votos de millones de "gente sin tierra" . Personas, familias enteras, que viven, con suerte, hacinadas en el sitio que puedan conseguir. “Desterrados” de la patria chica. Extranjeros en su tierra, porque no tienen acceso a ella. Dado el estado de cosas, ¿cómo no caer en la conclusión que lo importante es conseguir algun beneficio del Estado (incluyendo empresarios)? A esta altura nadie (culto o inculto) sabe ni recuerda ni le interesa saber sobre la enferma raiz que impide la democracia: falta de tierra barata para los trabajadores y la carga asfixiante de impuestos para los que trabajan, producen y consumen. Nadie puede prestar atención a este asunto porque los dedicados a la “cultura” no lo tienen en su agenda intelectual. Los pensadores han dejado de pensar sobre este raigal asunto. En materia de derecho y economía es patente la falta de preocupación por esta materia. Es la hora de los "tecnicos", de los especialistas. De los "bárbaros del Siglo XX" , usando las palabras de Ortega y Gasset.
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Aquellas dos leyes citadas al comienzo (el Código Civil y la leyes creando impuestos ( se comenzo por los réditos,pero ahora son las ganancias, al cheque, al ingreso bruto al IVA, etc. etc) se articulan entre sí cancelando por completo el programa economico, politico y social de la Constitución 1853/60. Ambos “códigos” consfiguran un nuevo “gen” que da como resultado un orden social por completo ajeno al que inspiró la Revolución de Mayo y consagro la Constitución A parir de esta cancelación , toda medida de gobierno, por bien intencionada que fuere, es pura chapucería, juzgada desde el punto de vista del “buen orden”. Para colmo esas medidas incrementan el furor de las fuerzas volcánicas que bullen en la sociedad. De hecho – mirando los resultados – ellas son una aceptación del desbarajuste provocado por aquellos dos sistemas legales.
Las reformas constitucionales posteriores (1957 y 1994) ,han sido una "resignación" a lo existente, un cataplasma para los daños colaterales. Hay "textos" nuevos. Mucha innovación , pero ningún avance positivo. Cada reforma es la apertura de un nuevo frente de corrupción y conflicto. Estos resultados demanda más leyes, más aparato estatal. Más leyes, menos derecho. Nadie se ocupa en reformar el “gen” que ha deformado a la sociedad argentina y apartado de su rutilante destino. Toda reforma que aparece de momento “interesante” , a poco andar muestra ser un paso para un nuevo desorden. La mayoría de ellas se introdujeron a instancia de intereses corporativos. No ha faltado cierta tilinguería intelectual, gustosa de mostrar que se esta "al dia" con novedades pensadas por algún momentáneo "genio" extranjero. Una muestra de la inutilidad de este saber se ve en un solo hecho: en menos de 60 años hemos tenido 54 ministros de economía.....Esto es un síntoma. Y que síntoma!!!!
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No hay terapia posible mientras los "médicos sociales" (estudiosos de la sociedad) no se pongan las pilas y se apliquen a estudiar nuestra realidad histórica. Que adviertan las pocas pero reales causas profundas de nuestra degradación. Los hombres públicos han de inspirase en los principios de orden social de la Revolución de Mayo. El fundamental de todos esos principios es nombrado en la primera estrofa del himno nacional argentino. Y, por si hubiera duros de oído, por las dudas, se la repite tres veces y en tono de grito, porque grito sagrado es, ¡libertad! No alude con esta palabra a algo abstracto. Ella alude a algo muy concreto e indispensable en la sociedad moderna; la libertad de todos los individuos en todas las esferas de la vida.
El orden social – en su triple dimensión, económica, política y cultural –es útil al desarrollo del hombre y su sociedad si promueve la libertad de los individuos. Reto dificil, es verdad. Pero aceptar este desafío y responderlo con seriedad es el único camino para hacer que la Argentina vuelva a ser uno de los mejores países del mundo. "Para nosotros, nuestra posteridad y para todos los hombres que quieran habitar nuestro suelo". Por lo menos hasta que seamos 270 millones de habitantes......
Cordialmente,
Dr.Sandler

viernes, 27 de noviembre de 2009

10/12 Inauguración Catedra Libre U.N.L.P. "El Sistema Juridico de la Revolución de Mayo"


Jueves, 10 de diciembre de 2009
18:00 - 21:00hs.
Sala del Consejo Superior de la Universidad Nacional de La Plata
Calle 7 Nº 776, 1º piso
La Plata, Argentina.

Acto inaugural de la Cátedra Libre de la Universidad Nacional de La Plata "EL SISTEMA JURÍDICO DE LA REVOLUCIÓN DE MAYO DE 1810"

Exponen: Dr. Hector Raúl SANDLER, Director y el Ing. Guillermo Raúl ANDREAU Secretario.

El Sistema Jurídico vigente en la argentina es contrario al de la Revolución de Mayo de 1810. Es jerárquico, clasista, unitario, cesáreo, injusto, antidemocratico, de baja productividad, de alta conflictividad social y autodestructivo.
El Sistema Jurídico de la Revolución de Mayo es la solución a los graves problemas económicos, políticos, sociales y culturales de la Argentina de hoy; es la solución a los desajustes del Neo-liberalismo reinante en nuestras casas de altos estudios.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

“SERA UNA PESADA HERENCIA” Dr. Raúl E. Cuello

DEDICO ESTA NOTA A MIS AMIGOS, A LOS QUE PRETENDO APORTAR ELEMENTOS PARA EL ANALISIS DEL LLAMADO MILAGRO SOJERO. SE TRATA DE UN PAQUETE TECNOLOGICO QUE EXPLOTA A LA TIERRA CON CRITERIO DE MINERIA. LOS COSTOS SOCIALES SON CUIDADOSAMENTE OCULTADOS POR EL COMPLEJO AGRO-INDUSTRIAL-EXPORTADOR.
NO SERA PUBLICADA EN NINGUN MEDIO.
CORDIALMENTE, RAUL CUELLO

El paquete tecnológico sojero-

Durante el año 2008 las retenciones a las exportaciones representaron el 16,4% del total de los ingresos tributarios, fueron superiores en 184% a la recaudación de débitos bancarios, al 372% de combustibles, al 640% de impuestos internos, representó el 69% del Impuesto a las ganancias y el 45% del IVA. Como se aprecia, se trata de un recurso no coparticipable, del que va a resultar difícil prescindir fuera del marco de una profunda reforma del Régimen Rentístico Argentino.
De ese total, el aporte más importante se obtiene de las exportaciones de soja, que para esta campaña totalizarían el equivalente a no menos de u$s 6500 millones a las cotizaciones actuales y tipo de cambio vigente, para las arcas fiscales. Sería el fruto de una cosecha de 50.000.000 de toneladas que representaría el 50% de la producción total de los principales cultivos argentinos.
Naturalmente hay quienes consideran a este cultivo como verdaderamente relevante, un indudable aporte para la economía argentina y lo exponen como un adelanto tecnológico sin revelar al mismo tiempo, que esas ventajas tiene un alto costo social por las des economías externas que genera. Esta nota tiene como propósito señalar, precisamente cuáles son esos costos y alertar a los estudiosos respecto de las consecuencias a mediano y largo plazo del modelo de explotación agrícola instalado.
LA NUEVA TECNOLOGIA
En la actualidad son más de 20 millones de hectáreas las que se dedican en nuestro país a la producción de cultivos modificados genéticamente, los cuales conllevan la adopción de “un paquete tecnológico” basado en una alta carga de fertilizantes e insumos químicos con fuerte impacto en la flora microbiana y la diversidad biológica. Se trata de un proceso que se inició en la década de los años setenta primero con la certificación de semillas, al cual siguieron los agroquímicos y más tarde la introducción de maquinarias de alta capacidad de empuje, arrastre y automotrices, lo cual permitió un aumento en los niveles de productividad y concluye con la adopción de las semillas transgénicas.
La nueva técnica implicó la adopción de economías de escala dado el costo de los equipos a ser utilizados con el sistema de “siembra directa” , lo cual produjo la desaparición de más de 150.000 productores medianos y pequeños que no pudieron adaptarse a una situación que además los enfrentaba a la desventaja financiera de no poder hacer frente a los elevados precios de los insumos sin contar con créditos y además enfrentando la incertidumbre de los precios internacionales, todo lo cual podían hacer y con ventaja los “pools de siembras”, los grandes emprendedores con tradición de acopiadores y las multinacionales propietarias de silos, elevadores portuarios y plantas de moliendas para la obtención de aceites y pellets.
La mayoría de esos miles de productores, emigraron con sus familias a las ciudades, de modo que pueden estimarse en no menos de 400.000 personas las que perdieron su arraigo a la tierra y debieron emigrar a un hábitat desconocido. Pero eso no fue todo, porque a ellos se agregaron otros desplazados, como se verá.
Habida cuenta que los “nuevos productores”, tienen un perfil más cercano “al emprendedor schumpeteriano” que el tradicional hombre de campo, su objetivo es la rentabilidad y encaran la explotación de la tierra con el criterio de propio de la minería. Se trata ahora del uso de la tierra explotada sin agricultores y donde no hay prácticas conservacionistas de los suelos. El recurso se trata irracionalmente. Es que esta nueva forma de cultivar el suelo argentino, viene de la mano de grandes capitales que concentran la mayor cantidad de hectáreas en pocas manos. Y no necesariamente adquiriéndolas, sino arrendándolas lo cual empeora el cuadro de situación.
Pero la organización no se concreta a la explotación de la tierra, sino que se integra verticalmente a partir de la venta de las semillas, la provisión de los insumos y la compra de la producción para lo cual cuentan con silos, plantas procesadoras de los granos, elevadores y puertos, todo apoyado en enorme poder financiero. A diferencia de antaño en que la oferta de la producción estaba atomizada y la demanda concentrada en pocas firmas, ahora la tendencia es a la concentración de ambas. No podría ser de otra manera, ya que “el nuevo paquete” implica fuertes inversiones, particularmente en las maquinarias.
Las características de esta nueva forma de producir, son el aumento de superficie de la “unidad económica” por falta de economías de escala a medida que transcurren las campañas y la “externalización de las decisiones” ya que los productores propietarios, están forzados a comprar semillas e insumos en las variedades, calidades y precios que fijan las multinacionales y los grandes operadores locales del complejo agroindustrial. Esta modalidad operativa concluye con la caída de la rentabilidad y el endeudamiento y la pérdida de las mejoras consideradas inútiles por los arrendadores (alambrados, aguadas, corrales, mangas, montes, etc.) y a mediano plazo el agotamiento del suelo. Es que el productor termina por arrendar su campo, con precio fijado en dólares y pago por anticipado, lo cual es otro elemento que fuerza la concentración.
El resultado final es un proceso de concentración de tierras en grandes firmas, en detrimento del tejido social y la pérdida de valores culturales. El beneficio es obvio, grandes cosechas, fuertes aportes de divisas e ingresos para el Tesoro por vía impositiva. Se trata ahora de establecer los costos.
LOS COSTOS SOCIALES DEL PAQUETE TECNOLOGICO
a) Contaminación
La incorporación de las semillas transgénicas mediante la técnica conocida como “siembra directa”, tiene como efecto la disminución de tareas de laboreo del suelo que se efectúan con los métodos tradicionales de arada, rastra y siembra para eliminar por métodos las malezas conservando la flora microbiana de la tierra y el equilibrio del ecosistema. Ahora, este proceso es reemplazado por el control químico basado en la aplicación de un herbicida llamado “glifosato” que según la evolución del clima y respuesta de la semilla, debe aplicarse más de una vez en el mismo ciclo del cultivo.
La toxicidad del glifosato no se circunscribe al daño que produce a la biodiversidad de malezas, sino que está vinculado a problemas a la salud de las personas en contacto con el mismo, sino también a los cultivos aledaños. Este efecto se potencia con las aplicaciones aéreas al dispersarse en el aire produciendo verdaderas “deseconomías externas” hasta llegar a la muerte de quienes se encontraban en las cercanías de la aplicación.
Los efectos sobre las personas intoxicadas por el glifosato son: hinchazón de los pulmones, dolores gastrointestinales, neumonía, vómitos, anemia, enfermedades de piel y como efecto crónico, se anunciaron evidencias en torno a daños pulmonares, problemas de fertilidad y anomalías cromosónicas .
El glifosato es el ´mas poderoso herbicida destructor del hábitat de la flora del suelo haciendo que desaparezcan especies como lombrices, bacterias y hongos que son agentes reconstituyentes de las nutrientes del suelo. Como estas se van perdiendo con el transcurso del tiempo, se requieren dosis cada vez mayores de fertilizantes y agroquímicos químicos para obtener el crecimiento de las especies agrícolas. Es destacable el efecto residual de algunos de los elementos utilizados en la fabricación del glifosato, cuyo mayor exponente es un surfactante conocido como POEA, seguido por la isopropilamina, destructores de la membrana mucosa y de las vías respiratorias superiores.
Monsanto, una de las principales firmas productoras del glifosato, ha debido enfrentar acciones judiciales en Estados Unidos, debido a la propaganda engañosa del producto a la que expone como “biodegradable” e “inocuo para el medio ambiente”.

b) Impacto sobre el empleo
Pueden mencionarse cuatro: El primero que disminuye la demanda de mano de obra al reducirse el laboreo de la tierra ya que se produce un verdadero cambio en la función producción. El segundo, por el abandono de la explotación por parte del propietario, el que se convierte en rentista. El tercero, producido como consecuencia de las diferencias relativas de rentabilidad, que hace que se reconviertan a la agricultura, tambos y establecimientos ganaderos, los cuales son demandantes de mano de obra calificada. El cuarto, todos los contratistas rurales especialistas en alambrados, molinos, mangas, corrales, mecánicos y los profesionales y paratécnicos cuyas funciones están ligadas al desenvolvimiento de la actividad agro-ganadera.
A los mencionados deben agregarse las actividades profesionales y comerciales de los pueblos del interior de nuestro país, que van despoblándose por falta de la actividad que les daba sustento. En búsqueda de oportunidades, hay en la actualidad una emigración hacia las grandes ciudades, con pérdidas de autoestima en cada caso por descenso en el estrato ocupado antes en la distribución del ingreso.
c) Impacto Económico
La posición dominante de las empresas multinacionales proveedoras de semillas transgénicas y productos químicos, les permite captar una parte importante del negocio por medio de sus pretensiones a cobrar regalías y manejar los precios de la cadena de insumos. Hasta el año 2004 y como método de inducir el uso de la semilla se abstuvo de cobrar regalías. Lo mismo ocurrió con el glifosato al que aumentaron de precio en un 55% en la campaña 2004/05. Es decir que una vez que tienen cautivos a los productores, les manejan la ecuación de costos. Las cosas llegan hasta el punto que los productores no pueden sembrar semillas convencionales porque no las hay y tampoco las de su propia producción libremente, porque Monsanto requiere se le paguen regalías, como ya aceptaron países como Estados Unidos, Brasil y Paraguay. Las presiones que se ejercen han llegado entre nosotros a embargar buques conteniendo cargamentos de soja en puertos de destino.
Como argumento de consolidación en el mercado, las empresas vienen prometiendo desde hace quince años, la reducción en la demanda de los agroquímicos con el consiguiente impacto favorable sobre los costos y el beneficio para la salud de las personas. Pero todo sigue igual, excepto que de 60 formulaciones químicas en la pre emergencia y en la post emergencia, se pasó a solo dos: el 2 4D o el paraquat y el glifosato, sin que desaparecieran ninguno de los efectos apuntados.
ACOTACIONES FINALES
Los avances tecnológicos son los que subyacen los procesos de desarrollo económico, siempre que contribuyan a la expansión del empleo, de los ingresos, en el contexto de sociedades que mantienen sus equilibrios básicos: el político, el social y el cultural. Se debe progresar consolidando la identidad nacional.
A poco que se haya analizado, el avance de la soja en la economía argentina constituye un retraso en varios aspectos. La aceptación con muy pocos, si algún, nivel de crítica implica que estamos dispuestos a sacrificar en aras de la rentabilidad empresaria de pocos, la estabilidad económica futura sujeta al monocultivo, al costo de irreversibles daños en el ecosistema. Las decisiones en el agro argentino están fuertemente concentradas y externalizadas, en desmedro del tejido social que hace a nuestras tradiciones. Y esto no es poesía. El afán de lucro al servicio de intereses absolutamente comerciales para quienes la tierra es una “suerte de mina de características especiales” impide que se vean los daños al suelo, el proceso de deforestación, la contaminación de las aguas, la desaparición de especies silvestres. En definitiva a una tierra que se considera solo un bien de uso, que no se conoce y por la que no se tiene ningún sentimiento vinculante a ella.
El componente social está ausente en esa estrategia empresaria debido a la inacción de los sectores nacionales y del gobierno para quien “la soja” es una tabla de salvación en la coyuntura. Producimos ya no alimentos para el mundo sino un producto para alimentar ganado y aves de corral en países superpoblados.
Ya cerca del final no puede dejar de mencionarse que el 35% de retenciones a la soja debe constituir un brillante negocio para quienes disponen de la infraestructura exportadora, ya que la subdeclaración de calidades, cantidades o precios en el momento de los embarques producen una muy marcada ventaja competitiva. Que esto no es un ejercicio de imaginación lo ofrece la negociación de granos sin tener el respaldo de la documentación correspondiente para el trasporte interno.
Es pertinente terminar esta nota con una anécdota que me refiriera el Dr. Arturo Frondizi en ocasión de un viaje que hiciera a Francia. Como es de práctica, Frondizi reclamó al General De Gaulle el levantamiento de las barreras que se alzaban sobre los productos del agro argentino. El Presidente francés lo escuchó con atención y le contestó en mas o menos estos términos: “Vd tiene razón desde el punto de vista de la eficiencia, pero debe comprender que no puedo acceder a sus deseos porque el agro francés representa el tejido social de Francia y eso lo debemos preservar a toda costa.”
Argentina demuestra que carece de gobernantes de aquella estatura y que la caja es un valor que se antepone a lo más importante que debemos preservar: la cuna de nuestra cultura” Cuando las reglas de juego cambien, las multinacionales y los entrepreneurs ya citados, se dedicaran a otra cosa y dejarán tras de sus pasos al desierto. Será entonces una pesada herencia.

viernes, 6 de noviembre de 2009

¿Cómo pudieron equivocarse tanto los economistas?


Las predicciones económicas sólo valen para que la astrología parezca respetable. Ezra Solomon (1920-2002)

Un interesante aporte de Paul Krugman a la confusión general.

I. CONFUNDIENDO BELLEZA CON VERDAD

Es difícil creerlo ahora, pero no hace tanto tiempo los economistas se felicitaban mutuamente por el éxito de su especialidad. Estos éxitos -o al menos así lo creían ellos- eran tanto teóricos como prácticos y conducían a la profesión a su edad dorada.

En el aspecto teórico, creían que habían resuelto sus disputas internas. Así, en un trabajo titulado The State of Macro (es decir, de la macroeconomía, el estudio de cuestiones panorámicas como lo son las recesiones), Olivier Blanchard, del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), actualmente economista jefe del Fondo Monetario Internacional, declaraba que había habido "una amplia convergencia de puntos de vista".

Y en el mundo real, los economistas creían que tenían las cosas bajo control: "El problema central de la prevención de la depresión está resuelto", declaraba Robert Lucas, de la Universidad de Chicago, en su discurso inaugural como presidente de la American Economic Association en 2003. En 2004, Ben Bernanke, un antiguo profesor en Princeton que ahora preside la Reserva Federal, celebraba la Gran Moderación del comportamiento económico comparado con las dos décadas precedentes, y que atribuía en parte al mejorado desempeño de la política económica.

El año pasado, todo esto se vino abajo.

En el despertar de la crisis, las líneas de falla de la profesión de economista han bostezado con más amplitud que nunca. Lucas dice que los planes de estímulo de la Administración de Obama son "economía de baratija" y su colega de Chicago John Cochrane dice que están basados en desacreditados "cuentos de hadas". Como respuesta, Brad DeLong, de la Universidad de California en Berkeley, escribe sobre el "derrumbe intelectual" de la Escuela de Chicago, y yo mismo he escrito que estos comentarios de los economistas de Chicago son el producto de una Edad Oscura de la macroeconomía, donde el conocimiento tan arduamente conseguido ha quedado olvidado.

¿Qué le ha sucedido a la profesión de economista? ¿Y adónde va a partir de ahora?

II. DE SMITH A KEYNES Y VUELTA ATRÁS

El nacimiento de la economía como disciplina se atribuye habitualmente a Adam Smith, quien publicó La Riqueza de las Naciones en 1776. Durante los siguientes 160 años se desarrolló un extenso cuerpo de economía teórica, cuyo mensaje central era: confía en el mercado. Ésta era la presunción básica de la economía neoclásica (llamada así al haber sido elaborada por los teóricos de finales del siglo XIX sobre conceptos de sus predecesores clásicos).

Esta fe, sin embargo, quedó hecha pedazos por la Gran Depresión. Con el tiempo, la mayoría de los economistas sustentó las consideraciones de John Maynard Keynes tanto acerca de la explicación de lo que había pasado como de la solución de futuras depresiones.

A pesar de lo que usted haya podido oír, Keynes no quería que el gobierno dirigiera la economía. En su obra capital, Teoría general del empleo, el interés y el dinero, escrita en 1936, él mismo describió su análisis como "moderadamente conservador en sus repercusiones". Quería organizar el capitalismo, no reemplazarlo. Pero cuestionó la noción de que las economías de libre mercado puedan funcionar sin un vigilante. Y apeló a la activa intervención del gobierno -imprimiendo más moneda y, si fuera necesario, con un fuerte gasto en obras públicas- para combatir el desempleo durante las depresiones.

La historia de la economía a lo largo del último medio siglo es, en gran medida, la historia de una retirada del keynesianismo y de un retorno al neoclasicismo. El renacer neoclásico fue guiado inicialmente por Milton Friedman, de la Universidad de Chicago, quien afirmó ya en 1953 que la economía neoclásica sirve adecuadamente como descripción del modo en que la economía funciona realmente, al ser "extremadamente fructífera y merecedora de plena confianza". Pero ¿qué hay de las depresiones?

El contraataque de Friedman contra Keynes comenzó con la doctrina conocida como monetarismo. Los monetaristas, en principio, no discrepaban de la idea de que una economía de mercado necesite una deliberada estabilización. Los monetaristas afirmaban, sin embargo, que una intervención gubernamental muy limitada y restringida -a saber, instruir a los bancos centrales a mantener el flujo del dinero, la suma del efectivo circulante y los depósitos bancarios creciendo a ritmo estable- es todo lo que se requería para prevenir depresiones.

Friedman empleó un argumento convincente contra cualquier esfuerzo deliberado del gobierno por reducir el desempleo por debajo de su nivel natural (actualmente calculado en torno al 4,8% en Estados Unidos): las políticas excesivamente expansionistas, predijo, llevarían a una combinación de inflación y alto desempleo; una predicción que fue confirmada por la estanflación de los años setenta, la cual impulsó en gran medida la credibilidad del movimiento antikeynesiano. A la postre, sin embargo, la posición de Friedman vino a resultar relativamente moderada comparada con la de sus sucesores.

Por su parte, ciertos macroeconomistas consideraban que las recesiones eran algo bueno que formaba parte del ajuste al cambio de una economía. E incluso quienes no eran partidarios de llegar tan lejos argüían que cualquier intento de enfrentarse a una depresión económica provocaría más mal que bien.

Muchos macroeconomistas llegaron a autoproclamarse como neokeynesianos, ya que seguían creyendo en el papel activo del gobierno. Aun así, la mayoría aceptaba la noción de que inversores y consumidores son racionales y que los mercados por lo general lo hacen bien.

Por supuesto que unos pocos economistas no aceptaban la asunción del comportamiento racional, cuestionaban la creencia de que los mercados financieros merecen confianza y hacían ver la larga historia de crisis financieras que tuvieron devastadoras consecuencias económicas. Pero eran incapaces de hacer muchos progresos frente a una complacencia que, vista retrospectivamente, era tan omnipresente como insensata.

III. FINANZAS DE CASINO

En los años treinta, los mercados financieros, por razones obvias, no suscitaron mucho respeto. Keynes consideró que era una mala idea la de dejar a semejantes mercados, en los que los especuladores pasaban su tiempo tratando de pisarse la cola el uno al otro, que dictaran decisiones importantes de negocios: "Cuando el desarrollo del capital de un país se convierte en un subproducto de las actividades de un casino, es muy probable que el trabajo resulte mal hecho".

Hacia 1970 más o menos, sin embargo, la discusión sobre la irracionalidad del inversor, sobre las burbujas, sobre la especulación destructiva, había desaparecido virtualmente del discurso académico. El terreno estaba dominado por la hipótesis del mercado eficiente, promulgada por Eugene Fama, de la Universidad de Chicago, la cual sostiene que los mercados financieros valoran los activos en su preciso valor intrínseco si se da toda la información públicamente disponible.

Y por los años ochenta, hubo economistas financieros, en particular Michael Jensen, de la Harvard Business School, que defendían que, dado que los mercados financieros siempre aciertan con los precios, lo mejor que pueden hacer los jefes de las empresas, no sólo en su provecho sino en beneficio de la economía, es maximizar los precios de sus acciones. En otras palabras, los economistas financieros creían que debemos poner el desarrollo del capital de la nación en manos de lo que Keynes había llamado un "casino".

El modelo teórico desplegado por los economistas financieros al asumir que cada inversor equilibra racionalmente riesgo y recompensa -el llamado Capital Asset Pricing Model, o CAPM (pronúnciese cap-em)- es maravillosamente elegante. Y si uno acepta sus premisas también es algo sumamente útil. Este CAPM no sólo te dice cómo debes elegir tu cartera de inversiones, sino, lo que es incluso más importante desde el punto de vista de la industria financiera, te dice cómo poner precio a los derivados financieros. La elegancia y aparente utilidad de la nueva teoría produjo una sucesión de premios Nobel para sus creadores, y muchos profesores de escuelas de negocios se convirtieron en ingenieros espaciales de Wall Street, ganando salarios de Wall Street.

Para ser justos, los teóricos de las finanzas produjeron gran cantidad de pruebas estadísticas, lo que en un principio pareció de gran ayuda. Pero esta documentación era de un formato extrañamente limitado. Los economistas financieros rara vez hacían la pregunta aparentemente obvia (aunque no de fácil contestación) de si los precios de los activos tenían sentido habida cuenta de fundamentos del mundo real, tales como los ingresos. En lugar de ello, sólo preguntaban si los precios de los activos tenían sentido habida cuenta de los precios de otros activos.

Pero los teóricos de las finanzas continuaron creyendo que sus modelos eran esencialmente correctos, y así lo hizo también mucha gente que tomaba decisiones en el mundo real. No fue el menos importante de ellos Alan Greenspan, quien era entonces el presidente de la Reserva Federal y que durante mucho tiempo respaldó la desregulación fiscal, cuyo rechazo a los avisos de poner freno a los créditos subprime o de enfrentarse a la creciente burbuja inmobiliaria descansaban en buena parte en la creencia de que la economía financiera moderna lo tenía todo bajo control.

En octubre del pasado año, sin embargo, Greenspan admitió encontrarse en un estado de "conmocionada incredulidad", debido a que "todo el edificio intelectual" se había "derrumbado".

IV. NADIE PODÍA HABERLO PREDICHO...

En los recientes y atribulados debates sobre economía se ha generalizado una frase clave: "Nadie podía haberlo predicho...". Es lo que uno dice con relación a desastres que podían haber sido predichos, debieran haber sido predichos y que realmente fueron predichos por unos pocos economistas que fueron tomados a broma por tomarse tal molestia.

Tomemos, por ejemplo, el precipitado auge y caída de los precios de la vivienda. Algunos economistas, en particular Robert Shiller, identificaron la burbuja y avisaron de sus dolorosas consecuencias si llegaba a reventar. Pero, aún en 2004, Alan Greenspan descartó hablar de burbuja inmobiliaria: "Una grave distorsión nacional de precios", declaró, era "muy improbable". El incremento en el precio de la vivienda, dijo Ben Bernanke en 2005, "en gran medida es el reflejo de unos fuertes fundamentos económicos".

¿Cómo no se dieron cuenta de la burbuja? Para ser justo, los tipos de interés eran inusualmente bajos, lo que posiblemente explica parte del alza de precios. Puede ser que Greenspan y Bernanke también quisieran celebrar el éxito de la Reserva Federal en sacar a la economía de la recesión de 2001; conceder que buena parte de tal éxito se basara en la creación de una monstruosa burbuja debiera haber puesto algo de sordina a esos festejos.

Pero había algo que estaba sucediendo: una creencia general de que las burbujas sencillamente no tienen lugar. Lo que llama la atención, cuando uno vuelve a leer las garantías de Greenspan, es que no estaban basadas en la evidencia, sino que estaban basadas en el aserto apriorístico de que simplemente no puede haber una burbuja en el sector inmobiliario.

Y los teóricos de las finanzas eran todavía más inflexibles en este punto. En una entrevista realizada en 2007, Eugene Fama, padre de la hipótesis del mercado eficiente, declaró que "la palabra burbuja me saca de quicio" y continuó explicando por qué podemos fiarnos del mercado inmobiliario: "Los mercados inmobiliarios son menos líquidos, pero la gente es muy cuidadosa cuando compra casas. Se trata normalmente de la mayor inversión que van a hacer, de manera que estudian el asunto con cuidado y comparan precios".

De hecho, los compradores de casas comparan concienzudamente el precio de su compra potencial con los precios de otras casas. Pero eso no dice nada sobre si el precio en general de las casas está justificado.

En pocas palabras, la fe en los mercados financieros eficientes cegó a muchos, si no a la mayoría, de los economistas ante la aparición de la mayor burbuja financiera de la historia. Y la teoría del mercado eficiente también desempeñó un significante papel en inflar esa burbuja hasta ese primer puesto.

Ahora que ha quedado al descubierto la verdadera peligrosidad de los activos supuestamente seguros, las familias de Estados Unidos han visto evaporarse su dinero por valor de 13 billones de dólares. Se han perdido más de 6 millones de puestos de trabajo y el índice de desempleo alcanza su más alto nivel desde 1940. Así que ¿qué orientación tiene que ofrecer la economía moderna ante el presente aprieto? ¿Y deberíamos fiarnos de ella?

V. LA PELEA POR EL ESTÍMULO

Durante una recesión normal, la Reserva Federal responde comprando Letras del Tesoro -deuda pública a corto plazo- de los bancos. Esto hace bajar los tipos de interés de la deuda pública; los inversores, al buscar un tipo de rendimiento más alto, se mueven hacia otros activos, haciendo que bajen también otros tipos de interés; y normalmente esos bajos tipos de interés finalmente conducen a la recuperación económica. La Reserva Federal abordó la recesión que comenzó en 1990 bajando los tipos de interés a corto plazo del 9% al 3%. Abordó la recesión que comenzó en 2001 bajando los tipos de interés del 6,5% al 1%. E intentó abordar la actual recesión bajando los tipos de interés del 5,25% al 0%.

Pero resultó que el cero no es lo suficientemente bajo como para acabar con esta recesión. Y la Reserva Federal no puede poner los tipos a menos de cero, ya que con tipos próximos al cero los inversores sencillamente prefieren acaparar efectivo en lugar de prestarlo. De tal modo que a finales de 2008, con los tipos de interés básicamente en lo que los macroeconomistas llaman zero lower bound, o límite inferior cero, como quiera que la recesión continuaba ahondándose, la política monetaria convencional había perdido toda su fuerza de tracción.

¿Y ahora qué? Ésta es la segunda vez que Estados Unidos se ha tenido que enfrentar al límite inferior cero, habiendo sido la Gran Depresión la ocasión precedente. Y fue precisamente la observación de que hay un límite inferior a los tipos de interés lo que llevó a Keynes a abogar por un mayor gasto público: cuando la política monetaria es infructuosa y el sector privado no puede ser persuadido para que gaste más, el sector público tiene que ocupar su lugar en el sostenimiento de la economía. El estímulo fiscal es la respuesta keynesiana al tipo de situación económica depresiva en la que estamos inmersos.

Tal pensamiento keynesiano subyace en las políticas económicas de la Administración de Obama. John Cochrane, de la Universidad de Chicago, indignado ante la idea de que el gasto gubernamental pudiera mitigar la última recesión, declaró: "Eso no forma parte de lo que todos hemos enseñado a los estudiantes graduados desde los años sesenta. Ésas (las ideas keynesianas) son cuentos de hadas que han demostrado ser falsas. Es muy reconfortante en los momentos de tensión volver a los cuentos de hadas que escuchamos de niños, pero eso no los hace menos falsos".

Pero como ha señalado Brad DeLong, la actual postura académica viene también siendo de generalizado rechazo a las ideas de Milton Friedman. Friedman creía que la política de la Reserva Federal, más que para cambios en el gasto público, debía ser utilizada para estabilizar la economía, pero nunca afirmó que un aumento del gasto público no puede, en cualesquiera circunstancias, aumentar el empleo. De hecho, al volver a leer el sumario de las ideas de Friedman de 1970, Un marco teórico del análisis monetario, lo que llama la atención es lo keynesiano que parece.

Y ciertamente Friedman nunca se creyó la idea de que el paro masivo represente una voluntaria reducción del esfuerzo de trabajo o la idea de que las recesiones en realidad sean buenas para la economía. Sin embargo, Casey Mulligan, también de Chicago, sugiere que el desempleo es tan elevado porque muchos trabajadores están optando por no aceptar trabajos.

Ha sugerido, en particular, que los trabajadores están prefiriendo seguir desempleados porque ello mejora sus probabilidades de recibir ayudas a sus deudas hipotecarias. Y Cochrane declara que el alto desempleo en realidad es bueno: "Debiéramos tener una recesión. La gente que pasa su vida machacando clavos en Nevada necesita algo distinto que hacer".

Personalmente, pienso que eso es una locura. ¿Por qué debería el desempleo masivo en todo el país hacer que los carpinteros se fueran de Nevada? ¿Puede alguien alegar seriamente que hemos perdido 6,7 millones de puestos de trabajo porque hay pocos estadounidenses que quieran trabajar? Claro que si empiezas por asumir que la gente es perfectamente racional y los mercados perfectamente eficientes, tienes que llegar a la conclusión de que el desempleo es voluntario y la recesión es deseable.

VI. DEFECTOS Y FRICCIONES

La economía, como disciplina, se ha visto en dificultades debido a que los economistas fueron seducidos por la visión de un sistema de mercado perfecto y sin fricciones. Si la profesión ha de redimirse a sí misma tendrá que reconciliarse con una visión menos seductora, la de una economía de mercado que tiene unas cuantas virtudes pero que está también saturada de defectos y de fricciones.

Existe ya un modelo bastante bien desarrollado del tipo de economía que tengo en mente: la escuela de pensamiento conocida como finanzas conductuales. Quienes practican este planteamiento ponen el énfasis en dos cosas. Primero, en el mundo real hay muchos inversores que tienen un escaso parecido con los fríos calculadores de la teoría del mercado eficiente: casi todos están demasiado sometidos al comportamiento de la manada, a ataques de entusiasmo irracional y de pánicos injustificados. Segundo, incluso aquellos que tratan de basar sus decisiones en el frío cálculo se encuentran con que a menudo no pueden, que los problemas de confianza, de credibilidad y de garantías limitadas les fuerzan a ir con la manada.

Entretanto ¿qué ocurre con la macroeconomía? Los acontecimientos recientes han refutado de manera decisiva la idea de que las recesiones son una óptima respuesta a las fluctuaciones en los índices del progreso tecnológico; un punto de vista más o menos keynesiano es la única alternativa plausible. Pero los modelos del neokeynesianismo estándar no dejan espacio para una crisis como la que estamos padeciendo, ya que esos modelos generalmente aceptaron el punto de vista del sector financiero sobre el mercado eficiente.

Una línea de trabajo, encabezada por nada menos que Ben Bernanke en colaboración con Marc Gertler, de la Universidad de Nueva York, ha puesto el acento en el modo en el que la carencia de garantías suficientes puede dificultar la capacidad de los negocios para recabar fondos y forjar oportunidades de inversión. Una línea de trabajo similar, en gran parte establecida por mi colega de Princeton Nobuhiro Kiyotaki y por John Moore, de la London School of Economics, sostenía que los precios de activos tales como las propiedades inmobiliarias pueden sufrir desplomes de los que salen fortalecidos pero que, a cambio, deprimen a la economía en su conjunto. Pero hasta ahora el impacto de las finanzas disfuncionales no ha llegado ni siquiera al núcleo de la economía keynesiana. Claramente, eso tiene que cambiar.

VII. RECUPERANDO A KEYNES

Así que esto es lo que pienso que tienen que hacer los economistas. Primero, tienen que enfrentarse a la incómoda realidad de que los mercados financieros distan mucho de la perfección, de que están sometidos a falsas ilusiones extraordinarias y a las locuras de mucha gente. Segundo, tienen que admitir que la economía keynesiana sigue siendo el mejor armazón que tenemos para dar sentido a las recesiones y las depresiones. Tercero, tienen que hacer todo lo posible para incorporar las realidades de las finanzas a la macroeconomía.

Al replantearse sus propios fundamentos, la imagen que emerge ante la profesión puede que no sea tan clara; seguramente no será nítida, pero podemos esperar que tenga al menos la virtud de ser parcialmente acertada.

Paul Krugman es profesor de Economía en la Universidad de Princeton y premio Nobel de Economía 2008. © 2009 New York Times Service. Traducción de Juan Ramón Azaola.

Video LA ARGENTINA HOY, A LA LUZ DEL IDEARIO DE MAYO

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AULA MAGNA
Avenida Figueroa Alcorta 2263
MARTES 17 DE NOVIEMBRE DE 2009
9:30 a 14:00 hs.


El Seminario se cumplirá en el marco de las Resoluciones (D) Nº 15.678/07 y 16.020 /07 dictadas por Decano de la Facultad de Derecho conmemorativas del Bicentenario de la Revolución de Mayo.

09:30 Inscripción
1o:00 Iniciación del acto
10:15 Discurso de bienvenida del Presidente Comisión del Bicentenario Vicedecano Dr. Tulio Ortiz

PROGRAMA DE ACTIVIDADES
• Profesores, invitados especiales y legisladores examinarán aspectos candentes de la actual realidad argentina a la luz de los ideales de la Revolución de Mayo.
• Los panelistas sugerirán y propondrán las acciones de gobierno que consideren necesarias y oportunas para atender nuestros problemas sociales conforme al ideario de Mayo.

PARTICIPANTES

Dr. Raúl Cuello,
ex Secretario de Ingresos Públicos.

Dr. Federico Pinedo,
Diputado Nacional Union-Pro.

Dr. Jorge Castro
, Instituto de Planificación Estratégica.

Dra. María Eugenia Estenssoro
, Senadora Nacional Coalición Civica.

Dr. Mario Resnik,
Director del Departamento de Derecho Público U.B.A.

Dr. Ramón Puerta,
Diputado Nacional P.Justicialista, ex Presidente de la Nación.

Ing. Guillermo Andreau
, Director de El Relativismo Jurídico.

Dr. Adolfo Rodríguez Saa,
Senador Nacional, ex Presidente de la Nación.

Dr. Eduardo Conesa,
Director del Departamento de Ciencias Sociales U.B.A.

• Coordinador y Moderador Profesor Dr. Héctor Raúl Sandler
Secretaria de Coordinación: JTP. Loriana Gonella

PROFESORES, ESTUDIANTES Y PÚBLICO : Entrada Libre

Confirmar asistencia al Email primerseminariobicentenario@gmail.com


UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES
FACULTAD DE DERECHO
SEMINARIO ACADÉMICO Y DE EXTENSIÓN

jueves, 5 de noviembre de 2009

Los errores del Neoliberalismo. Parte 4 Antitesis del Liberalismo.


LIBERALISMO Y NEOLIBERALISMO, CONCEPCIONES CONTRARIAS
Raul Girbau, economista
Me parece que se puede contribuir a un mejor entendimiento entre los participantes de este blog si se definen de manera más precisa, las doctrinas “liberal” y “neoliberal”. No se trata de una cuestión semántica sino conceptual.
Rasgo primordial del “liberalismo económico”
Una doctrina, una teoría o una política de gobierno pertenecen a la familia “liberal” en la medida que consideren que en las primeras etapas de la evolución del hombre, la producción de Riqueza fue el resultado de aplicar energía humana (Trabajo) a la naturaleza dada al hombre (Tierra). Esta Riqueza es el stock de “cosas producidas” por los hombres” en forma cooperativa. En principio no existe riqueza alguna que no sea fruto del trabajo aplicado a la naturaleza. Ergo la Riqueza definida como “lo producido” no es trabajo ni tierra. Éstos son los primarios “factores de la producción”. La Riqueza producida puede ser consumida por completo. Si así se procede la carga de producirla cada dia, cada mes, cada año, es perpetua. Tal comunidad apenas sobrepasaría la condición de los animales de presa.
Pero dada la evolución/anímico espiritual del ser humano, en un momento de ella, tal estado fue superado. Nació como idea que no era conveniente consumir todo lo producido. Que resultaba beneficioso ahorrar parte de lo producido para aplicarla, oportunamente, a la producción de más riqueza. De esta manera de modo conciente o intuitivo el hombre dio nacimiento a un nuevo factor de producción , algo antes inexistente en el mundo: el Capital. El mayor auxilio con que pueden contar los trabajadores en la faena de producir.
El “liberalismo” como teoría (y doctrina) económica se distinguió por hacer patente que la Riqueza de una sociedad avanzada depende de la conjunción de 3 factores: Trabajo, Tierra y Capital. De Manera correlativa, considera que por razones de justicia, y mas frecuentemente para asegurar mayor y mejor producción, es conveniente que la Riqueza sea distribuida en 3 partes: el Salario para los trabajadores (incluyendo empresarios) , el Interés para los inversores de Capital (ahorristas) y la tercera, llamada Renta. Esta por tradición y derecho antiguo era para los propietarios de la tierra. Este última realidad fue y es un punto crítico. En el han naufragado la mayoría de los pensadores liberales y con ello se ha desacreditado al liberalismo económico.
El escollo de la “propiedad de la tierra” se les presentó a los economistas como el reto de la Esfinge. Las equivocadas respuestas dadas precipitaron la caída de los “liberalismo”, luego de su rutilante propagación durante el Siglo XIX. Incluso la de los anti-liberales que buscaron la solución en la “colectivización” de la tierra. La falta de una solución a aquel enigma, clara y por todos compartida, fue fatal para el liberalismo. Ante la ineludible cuestión de los “recursos para el gasto público”, que se presenta en toda comunidad que desee contar con un gobierno, la mayoría de los liberales se resignaron a la antigua receta del autoritarismo pre-liberal: que los gobiernos se apropiaran de los frutos de la actividad económica mediante los llamados “impuestos”. Las principales víctimas fueron, sin duda, los que vivían de su trabajo. La miseria en lugar de ser eliminada con el invento, la máquina y el avance científico y tecnológico, creció en la masa de la población. Algunos millones de trabajadores consiguieron, a partir del siglo XVII, rehacer sus vidas emigrando desde sus viejos países a America, tierra recién descubierta. Emigraban a un “nuevo mundo”, uno en el que la tierra era abundante y barata. A la cabeza, los EEUU y la Argentina. No es de extrañar que los trabajadores sin posibilidad de emigrar soñaran con apropiarse del Estado para rehacer, con el poder en la mano, el orden social enfermo. El “fantasma del comunismo” comenzó a sobrevolar toda Europa (C.Marx).
Solo unos pocos entre los liberales supieron señalar rumbos hacia las respuestas correctas con el fin de reconstituir la sociedad inspirándose en los ideales de libertad, igualdad y fraternidad. Entre los norteamericanos se destacó Henry George (1839-1879). Sus teorías y doctrina se propagaron por el mundo entero durante las últimas décadas del siglo XIX. Entre nosotros se lo registra en proyectos como los del presidente Roque Sáenz Peña, del diputado nacional Carlos A. Rodríguez, del maestro Arturo Orgaz, del poeta Arturo Capdevila, entre otros. No es difícil descubrir (por su raíz fisiocrática) que la doctrina de George era la concreción del ideario de Mayo ( Andrés Lamas, La legislación agraria de Bernardino Rivadavia, Buenos Aires, 1915)
Pero el clima político en el mundo se enrareció por completo a fines de ese siglo, para oscurecerse de manera insospechable con la guerra 1914-1918 . Esta guerra abrió las puertas a las concepciones colectivistas y totalitarias. Quizá por influencia de la movilización en los países en la “guerra total” o por ideas místicas ya registradas en la Revolución Francesa, las doctrinas y teorías económicas liberales fueron abandonadas. Los pueblos, en distinto grado, fueron ganados por la idea que el Estado debía asumir la dirección central la economía; o al menos intervenir fuertemente en ella. El liberalismo quedó sepultado bajo los escombros de la gran conflagración. De modo muy fuerte en el periodo posterior a la primera guerra. Acabada la segunda (1939/45) el mundo paso a ser gobernado por principios colectivistas, estatistas e intervencionistas en la actividad económica de los particulares.

Rasgo primordial del neo-liberalismo
A finales del Siglo XIX comenzaron a surgir escuelas llamadas “neoclásicas” o “neoliberales” Ellas comenzaron a emerger como una manera de atajar al avasallante liberalismo. Quizá nunca hubieran tenido significación; pero con el desmoronamiento mundial ocurrido en el siglo XX, y el debilitamiento del ideal y la doctrina liberal, ante un florecimiento de doctrinas colectivistas y estatizantes, el neoliberalismo cobro fuerte impulso como supuesta alternativa al colectivismo. Se hizo efectivo en instituciones académicas y organismos internacionales de crédito durante el proceso de reconstrucción posterior a la 2ª. Guerra mundial.
Equivoca el camino quien cree que el neoliberalismo es un “liberalismo renovado”. No hay tal cosa. Se lo aprecia en el modo de formular en algoritmo el proceso económico. La “escuela neoliberal” abandona la palabra Riqueza usada por los fundadores de la ciencia económica para aludir al producto anual de una sociedad con otro término. Es sustituida por “Producción”. Este parece un insignificante cambio de nombre. Pero es un cambio que sirve para orientar hacia su separación del liberalismo. El neoliberal habla de Producción como si tratara de algo distinto a lo que mencionaban los clásicos con el término Riqueza. Con los neoliberales la teoría económica sufre un fuerte cambio. Mientras la Riqueza, sea lo que esta fuere, era para el liberal (e incluso para los anti-liberales) el resultado de 3 factores, la ahora llamada Producción de los neoliberales resulta de solo 2: Trabajo y Capital. La “cuestión de la tierra” desaparece de esta teoría económica. Es posible que se la cite en algún capitulo de los libros de texto. Pero no forma parte del núcleo de la exposición teórica global. Ni entra en consideración al formular las “políticas económicas” para ordenar la sociedad como un todo.
Que se haya sostenido y prosperado esta errónea posición sin temor a llamar la atención por ser un disparate (pues hasta el menos avisado de los mortales sabe que nada de lo que se come, viste o usa, puede ser creado sin tierra), es un fenómeno muy curioso. Pero de hecho para los neoliberales su formula no es ningún disparate. Y esto puede haber ayudado a explicar su aceptación por la gente en general. Si se acusa al neoliberal de cometer un disparate, lo negará. Y, desde su punto de vista, con razón. Pues para él la Tierra es Capital. En consecuencia no hay razón alguna para acusarlo de haberla omitido como factor de producción. La tierra esta incluida en el concepto Capital. Naturalmente así el concepto se vuelve ambiguo. Toda cosa que sirva a la producción: máquinas, dinero, patentes, aptitud técnica, salud, etc., y por supuesto, la tierra, es considerado, según la ocasión y el fin, Capital.

El factor escamoteado
Esta conceptualización es arte de birlibirloque. La tierra, base de la vida y punto crucial de la actividad económica desaparece de escena. y La ciencia de la economía deja de ser tal. Nadie protesta por ello. Basta leer los periódicos comunes y especializados, los rubros sobre los que se elaboran estadísticas, para ver como el concepto tierra no tiene relevancia alguna. No aparece como principal factor económico de producción. Tal concepción tiene que tener efecto (y lo tiene) a la hora de presentar la fórmula de la distribución de lo producido. El Producto ahora se ha de distribuir entre aquellos 2 factores: Salario para los trabajadores e Interés para los capitalistas. Como la tierra no figura en la teoría, tampoco cabe hablar de su aporte y el destino de lo que le corresponde en concepto de retribución. El mayor valor de la tierra libre de mejoras (su renta) es apropiada por los particulares con arreglo a un derecho de antigua prosapia: el derecho romano.

El neoliberalismo foco de desorden social
Con tales formulas “amputadas” de la Producción y la Distribución se impulsa al imaginario social en una dirección precisa: considerar intelectual y emotivamente a las relaciones económicas entre trabajadores e inversores de capital como inevitablemente conflictivas. Como en los procesos de producción y distribución solo entran “capitalistas” y “trabajadores”, ellos han de disputar frente a frente lo producido, forcejeando ambos por la misma manta. Su nueva tarea es ver como consiguen acumular más fuerza para el combate. Sindicatos de asalariados, junto con corporaciones empresarias, por un lado, y monopolios y oligopolios empresarios por el otro, son naturales consecuencias.
La cuestión se agrava porque el Estado (ahora en papel de gran mediador y suministrador de bálsamos a los heridos en la lucha) debe ser sostenido y alimentado con crecientes “impuestos”. Cosa que – por la nueva situación – todos se apresuran a aprobar porque pese a las apariencias desean y cuentan con un “Estado fuerte” a su favor. , aunque no a cumplir en lo que a cada uno corresponde. Todos estos pólipos gangrenosos de de la vida social aparecen como recursos para los dos únicos actores: capitalistas y trabajadores. Pero el mayor ganancioso es el Estado espectador-activo, pues de la espiral de enfrentamientos sociales obtiene más poder.
No se necesita ser demasiado perspicaz para calcular que a la luz de tal concepción cada uno de los bandos, capitalistas y trabajadores, tratarán de obtener del Estado “leyes jurídicas” a la “carta” sin importarles cuanto se respetan los principios del Derecho. Leyes coactivas que les aseguren en la constante pugna y a costa de la sociedad la mayor porción posible. El privilegio, el monopolio, el oligopolio y la evasión son los instrumentos más apetecidos. El derecho positivo es, inevitablemente, cada vez mas, reflejo de intereses en lucha y del desorden general causado. Cada vez menos es un principio de orden para constituir una sociedad de hombres libres, en pie de igualdad ante la ley, habilitados para cooperar en creciente fraternidad.
¿Y la tierra, ese factor que para los fundadores de la ciencia económica era la clave que mantenía en arco armonioso las relaciones entre el capital y el trabajo? Pues nada; que duerme en paz. Ajeno a las lides políticas y sociales. Lista para ser objeto de la más codiciosa especulación y capaz de servir de base para amasar las más grandes fortunas privadas.
La doctrina neoliberal oculta este principal problema de la economía social y estatal y con ello impide hallarle solución. El camino abierto hace 200 años por el pensamiento liberal ha sido cerrado por los hechos descriptos. Pero sellado herméticamente por la doctrina neoliberal. Esta es la diferencia entre ambas concepciones.
Buenos Aires, noviembre 5 de 2009

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Los errores del Neoliberalismo. Parte 3

En respuesta a las preguntas en la parte 1 y 2
PRINCIPIOS TEORICOS Y SOLUCIONES PRÁCTICAS.
Hector Raul Sandler, profesor Derecho, UBA

Es indispensable distinguir entre principios de una teoría y las pretensiones de concretar las sugerencias que de ella se derivan. De acuerdo con T.Kuhn “las revoluciones científicas” (que son revoluciones en el conocimiento humano) ocurren cuando se sustituye un paradigma cognoscitivo por otro. Ejemplo, sustitución del paradigma astronómico que consideraba a la Tierra centro del sistema planetario, por el de Copérnico quien en el centro puso al Sol. Desde que se aceptó este cambio de paradigma (Siglo XVI) han pasado 500 años en el curso de los cuales se han desarrollado teorías derivadas, instrumentos ópticos, cartografías, etc, para resolver los problemas prácticos que la teoría copernicana generó (ver K. Popper, Lógica de la investigación científica). A ningún científico pos Copérnico se le ocurrió volver al paradigma anterior por encontrar difícil resolver los problemas que el cambio copernicano planteó. Exactamente lo mismo ocurre en este asunto de los recursos necesarios para sostener un gobierno para beneficio de la comunidad. El sistema antiguo (que subsiste a la fecha entre nosotros y, aunque en menor grado, en gran parte del mundo) es tan rudo como simple: “Como el gobierno necesita recursos, los obtiene por la fuerza de quien los tiene. Si puede obtenerlos de sociedades ajenas, mejor (conquista e imperialismo). Si no puede, los obtiene de sus vasallos, a los que honrando a la democracia formal se los llama ciudadanos” Sus efectos son por completo contrarios a la modernidad. Por ello, desde los fisiócratas en adelante, una línea de pensamiento ha propuesto una “revolución científica” en materia de orden social, Propone sustituir aquel antiguo paradigma (con notable parecido al robo) por otro ajustado más a la realidad, a la dignidad del hombre y, sobre todo, a los ideales de la modernidad: democracia, armonía social, igualdad y libertad individual. El paradigma moderno iniciado por los fisiócratas y ampliamente explorado por Henry George se funda en otros principios teóricos. En su esencia, sin negar la indispensable necesidad de un gobierno (en el sentido cibernético de la palabra), considera que la base del tesoro público (y medida del gasto) no puede estar sometido a la voluntariedad de los que mandan ni forjárselo castigando al trabajo y la inversión. Este paradigma parte de un fenómeno real consistente en que a medida que aumenta la población y la inversión de capital, crece el valor de mercado de la tierra, lo que es fácilmente verificable (y por lo tanto no se puede ocultar ni hacen faltas “sabuesos”: cualquier inmobiliaria está informada al día). Este valor (llamado renta del suelo) no es producto del que trabaja el predio. Se origina por el “mercado de demanda de tierra”. A comunidad con más habitantes, más laboriosa, más ingeniosa, más confiable, dado que el territorio es físicamente limitado, aumenta el valor de todos los predios. Los parámetros citados hablan del “desarrollo de cada comunidad”. Según el paradigma antiguo (vigente entre nosotros), ese creciente de valor beneficia al propietario (aunque éste no conozca al predio ni piense visitarlo: es un “especulador en tierras”). El paradigma moderno sostiene algo radicalmente distinto. Como ese valor depende del desarrollo de la comunidad, dice: “vaya a la comunidad lo que deriva de la comunidad” y propone que el gobierno afronte el gasto con el tanto por ciento del valor que recaude de aquellos que usufructúan cada predio, sin importar a que lo dedican. Adoptado este paradigma, el gobierno no debe cobrar impuestos sino por excepción y solo con el voto de la población. Esto es una revolución copernicana en el plano de lo político, económico y social. En este paradigma se inspiró a la Revolución de Mayo, la que intentó un primer modelo práctico con la Ley de Enfiteusis de 1826. Como ocurre con los primeros modelos prácticos de una nueva teoría, lo realizado es pobre y malo. Uno debe ilustrarse con otros fenómenos humanos. En el siglo XIX prosperó la teoría de reemplazar (para la tracción de carros) al caballo por el motor a explosión. No fue fácil el reemplazo. El común de la gente ni siquiera lo creía posible, Muchos entendidos sostuvieron que jamás esa majadería podría reemplazar al viejo y noble caballo. No fue así. Hoy emplear caballos esta prohibido, en las ciudades mas refinadas. Además uno debe comparar un motor a explosión del año 2009 con los fabricados al inicio del siglo XX. El hombre de hoy queda perplejo en los museos y se pregunta cómo “eso” podía funcionar. Para llevar adelante la “revolución en materia de recursos del estado”, se requiere, de base, 2 actitudes espirituales: una, dejar de lado el prejuicio que los impuestos son un gran invento; son una antigualla y quizá la más vieja de la humanidad, La otra, apelar al sentido común y a su propio razonamiento ayudado por la abundante literatura existente (lamentablemente la mayoría en inglés). Buenas páginas para comenzar están en http://www.ied.info/about y la del profesor Fred E. Foldvary, http://wealthandwant.com. Ofrezco al Blog enviarle vía electrónica “Progreso y Miseria” de Henry George, traducido al castellano. Gratis.

martes, 3 de noviembre de 2009

Un aporte desde Rosario: SISTEMA DE IMPUESTO ÚNICO POR NIVEL DE GOBIERNO (SIUNG)


Por Rafael Micheletti
Creo que la variable que más ayuda a la igualdad de oportunidades de progreso en una sociedad es la desconcentración del poder de decisión. Por eso la importancia del Estado de Derecho democrático, que al establecer reglas de juego por encima del interés y la voluntad de la minoría gobernante traslada el poder de decisión del gobernante al ciudadano, y por eso también la importancia del fomento de la competencia, que traslada el poder de decisión del empresario al consumidor.
Una vez aclarado lo anterior, es muy fácil darse cuenta de la importancia que para un país posee el diseño y el funcionamiento de su sistema impositivo. La cantidad, el grado de regresividad, la distorsión y la simpleza de los impuestos que un Estado les cobra a sus ciudadanos, determinarán en gran medida la distribución del poder de decisión entre los mismos y, por lo tanto, su desenvolvimiento económico y social.
Si hay impuestos más regresivos y complejos que otros, podemos afirmar que cuantos menos impuestos haya, al margen del valor de los mismos, es decir, sin tener en cuenta cuánto dinero deberán pagar en total los ciudadanos por cada uno de ellos, más fácil será su cálculo y menos tiempo y recursos deberán invertirse en ello. A su vez, más fácil será para el ciudadano tener una noción acerca de cuánto dinero le quita cada gobierno y para qué, y se reducirían los efectos distorsivos de los impuestos ya que permanecerían unos pocos, pudiendo elegirse para ello a los más justos y socialmente más deseables.
No sería algo fácil de lograr, ya que se requerirían grandes consensos probablemente para alcanzar las mayorías necesarias, pero, una vez hecha una reforma como ésta, sería muy fácil llevarla a cabo. Primero, porque no implicaría un desfinanciamiento del Estado, sino una simplificación y reducción de las fuentes de sus recursos. Segundo, porque abriría las puertas a un auténtico federalismo, en el que se delimitarían adecuadamente qué impuestos deberían ser recaudados por las provincias y los municipios y cuál por la nación, lográndose de esta manera que no haya superposición o múltiple imposición.
Podría establecerse por ley nacional qué impuesto debe ser recaudado por los municipios, cuál debe ser recaudado por las provincias y cuál por la nación. Esto no iría en contra de nuestra Constitución, ya que, si se estableciera que el Estado federal debe recaudar el IVA, impuesto indirecto, y las provincias el impuesto a las ganancias, de carácter directo, no se violaría la letra de la Constitución Nacional ya que no se les estaría quitando a las provincias ninguna facultad reservada. De todas maneras, en caso de no ser suficiente este argumento, podría aplicarse por medio de una ley convenio a la cual podrían adherirse libremente las provincias, lo que casi seguramente harían ya que, al hacerlo, estarían quitándose de encima el complejo y distorsivo entramado de impuestos nacionales.
Por ejemplo, la ley de Sistema Impuesto Único por Nivel de Gobierno (SIUNG), podría establecer que los municipios sean los encargados de cobrar el impuesto fundiario urbano, es decir, al valor de la tierra libre de mejoras dentro de su jurisdicción, que las provincias cobren el impuesto fundiario rural o, en caso de no alcanzar, un impuesto a las ganancias y que la nación recaude el impuesto al valor agregado, dejando libre de gravamen a los artículos de primera necesidad y actividades consideradas socialmente deseables, como la caridad, la religión, etc.
Este es sólo un ejemplo, pues las posibles combinaciones de impuestos a recaudar por los distintos niveles de gobierno serían numerosas. Hago un especial hincapié en los impuestos (o mejor dicho cánones) fundiarios porque es una exacción que capta una renta artificial, que no es producto del trabajo humano y que se desprende de la escasez de ciertos bienes, como la tierra y los recursos naturales.
De esta manera, ninguno de estos impuestos sería distorsivo o lo serían en la menor medida de lo posible, al tiempo que los municipios y comunas podrían efectuar, dada la cercanía y el reducido tamaño de su jurisdicción, un control eficiente a los efectos de cobrar un impuesto a la tierra libre de mejoras que, no sólo les concedería recursos más que suficientes para atender los problemas de su gente, sino que, además, ayudaría a liberar el trabajo de los impuestos, captando el Estado una renta fundiaria que no es fruto del trabajo sino de la propiedad de la tierra, lo que reduciría el precio de los terrenos, facilitaría el acceso a la vivienda, fomentaría el uso productivo de nuestro territorio y desconcentraría aún más el poder de decisión y las riquezas entre todos los ciudadanos.
Cabe aclarar que la selección del IVA como impuesto único nacional se basa en tres consideraciones: 1) es el único impuesto que podría cobrarse a nivel nacional según la letra de nuestra Constitución; 2) puede no ser regresivo en absoluto si se aplica sólo al consumo suntuario; 3) en un marco de acentuación del federalismo el impuesto a nivel nacional sería el más leve y en este contexto el IVA implicaría mayor poder de decisión y capacidad de ahorro de la gente para salir de la pobreza, ya que podría elegir no realizar ningún consumo suntuario durante determinado tiempo y de esa manera no pagar ningún impuesto nacional, lo que ayudaría al progreso y equilibrio social de nuestra sociedad.
El federalismo, a su vez, se vería fortalecido, ya que los municipios podrían aumentar sus recursos y asumir funciones de gobierno de una manera más cercana al ciudadano y más transparente, lo que llevaría a que los reclamos por reducciones de impuestos se enfoquen sobre los niveles superiores de gobierno. Esto aseguraría también una acción rápida y eficiente del Estado en materia de ayuda social, desde que se tendría una mayor información y mejores incentivos para solucionar de manera definitiva problemas de esta naturaleza.
Por otra parte, este sistema permitiría un control adecuado de no confiscatoriedad de los impuestos por parte de nuestra Justicia. Hoy en día la Justicia alega que es confiscatorio un impuesto que grava más del 33% de una fuente de ingresos de un particular. Sin embargo, admite que la confiscatoriedad se da por cada impuesto, y no por sumatoria de todos los impuestos en relación al total de los ingresos de cada ciudadano. De esta manera, en la práctica, el control de no confiscatoriedad es nulo, ya que el Estado puede y se ve incentivado a multiplicar los impuestos para poder seguir recaudando cada vez más, lo cual no hace más que complejizar innecesariamente nuestro sistema impositivo.
Finalmente, el SIUNG podría incluir que cada nivel de gobierno, al momento de cobrarle a cada uno de sus ciudadanos el impuesto único, estuviera obligado a informarlo acerca de qué porción de ese impuesto estará destinada a cada gasto estatal. Es decir, en la boleta del impuesto, además de decir “Usted debe pagar $400”, diría “de estos $400, $100 (25%) se gastarán en educación, etc.”, con una dirección Web y teléfono gratuito para aquellos que deseen profundizar su conocimiento al respecto.
Esto último sería una manera, no sólo de darles más publicidad a los actos de gobierno, sino también de fomentar una cultura democrática participativa capaz de hacer que los ciudadanos se interesen en el presupuesto y puedan castigar y premiar con el voto a sus gobernantes con una mayor precisión y facilidad.

De esta manera, el sistema impositivo resultante sería libre, justo, simple y democrático. Libre, porque se liberaría en la medida de lo posible el trabajo de cargas y obstáculos fiscales, aumentando la igualdad y la capacidad de ahorro y progreso de la gente y al mismo tiempo favoreciendo el federalismo. Sería justo, ya que cada cual aportaría según el valor de sus propiedades y aquellos que estuvieran en una situación de mayor dificultad y necesidad podrían decidir no incurrir en ningún consumo suntuario, lo que los liberaría de todo impuesto nacional aumentando su capacidad de ahorro. Sería también simple, porque al existir un sólo impuesto por nivel de gobierno se reduciría el costo del cálculo empresarial, volviendo a nuestra economía más eficiente. Y finalmente sería democrático porque favorecería una mayor transparencia, conocimiento y capacidad de influencia de la gente sobre lo que los gobernantes hagan con su dinero.

Los errores del Neoliberalismo. Roberto Cachanosky. Parte 2.


Touché! Ahora, manos a la obra.
Hector Sandler, profesor Derecho, UBA

“Si una persona presenta un argumento y el otro entrega una respuesta inteligente o apropiada, la primera persona puede responder touché como un modo de reconocer una buena respuesta” (Wikipedia, vox “touché”)

No sé si habré tenido la buena fortuna que el profesor Cachanosky haya leído mi nota ¡Es el sistema, no el gobierno! comentando su editorial anteriorhttp://elrelativismojuridico.blogspot.com/2009/11/el-error-de-roberto-cachanosky.html . Pero este nuevo editorial suyo, titulado “Cambiar la coparticipación federal: la gran reforma política”, en: http://www.economiaparatodos.com.ar/ver_nota.php?nota=2655 por alguna razón vinculada a la similitud de problemas que nos preocupan, bien puede ser visto como una elevada respuesta a mi comentario. Al menos es una excelente base para sostener un diálogo público que nuestro país necesita con urgencia.
Esta vez Cachanosky nos beneficia con una apretada (pero no errada síntesis) de la evolución del régimen de impuestos acontecido en nuestro país a partir de la Constitución Nacional originaria, 1853/60. A riesgo de ser considerado pedante, solo me permitiría señalar que para tener a la vista el proceso completo, es conveniente agregar a su descripción el aparente pequeño cambio constitucional de 1866. En general poco o nada comentado pese a ser muy sintomático, pues anticipa y ratifica la degradación del régimen impositivo argentino.

Un olvidado antecedente
Los impuestos a la importación y exportación del art.4º de la CN de 1860 fueron establecidos a favor de la Nación; pero de modo “provisorio” y solo hasta 1866. El vibrante diálogo sostenido entre los constituyentes nacionalistas (quienes los querían para el gobierno nacional) y los provincialistas (que los demandaban para sus “estados”) finalizó con una norma que asignaba esos impuestos a la Nación… solo hasta el año 1866 (Isidoro J.Ruiz Moreno, “La reforma constitucional de 1866”). Primer paso en nuestra historia moderna en que una ley de impuestos “provisoria” quedaría para siempre. Es sintomático. Por la reforma de 1866 lo provisorio de 1860 pasó a ser perpetuo. Esa reforma revelaba ya la existencia de la pesada inercia, del “orden constituido” en 250 años de vida colonial y que hasta hoy actuaría como fuerte tendencia unitaria. Primero dificultó y luego acabó por paralizar la vocación revolucionaria de Mayo de constituir un país republicano y democrático, fundado en la libertad individual y la igualdad de oportunidades “para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino”.

Un régimen paralizante y destructivo
Creo que esta digresión ha de servir no solo para impulsar nuestras investigaciones en miras a cambiar el régimen de impuestos, tal como con razón lo propone Cachanosky, sino que nos ha de orientar hacia una recta reforma. Una que se ciña a la vocación revolucionaria de Mayo y se ajuste al modelo de sociedad de hombres libres que ordena con fuerza de ley fundamental la Constitución argentina. Este pensamiento expresa una filosofía política, a la que el derecho positivo ha de concretar. No ha ocurrido eso entre nosotros. En el editorial que hoy comentamos se invita a abrir la página www.mecon.gov.ar/sip/dniaf/destino_recaud.pdf. El lector que lo haga tendrá en pantalla una radiografia de la “telaraña que asfixia a la Argentina”. Una diabólica red de leyes que hace del gobierno nacional un monstruo, un colosal parásito, que priva de sus energías más elementales a la sociedad y a sus miembros. La Argentina actual, por sus “leyes de impuestos” está en ruinas. Los principios que han sustituido a los de Mayo y de la Constitución, los ha expresado metafórica pero verazmente un dirigente sindical y legislador: “en nuestro país nadie hace plata trabajando”. Natural, pues para el actual régimen de impuestos trabajar e invertir, producir y consumir, son castigados, tratados como actos ilícitos.
Este es el régimen que por leyes existe en el país. Se acude a la coacción del Estado para arruinar a las fuerzas productivas y a la fuerza de la inventiva que cada generación porta. Este es el inmoral método usado para forjar el “tesoro público nacional”, cubil de demagogos, base material para espureos negocios y fuente de un falso bálsamo que, de a ratos, se aplica sobre las llagas de la miseria general.

No se puede ni debe coparticipar sobre lo mal habido
¿Es admisible ignorar esta realidad y proponer, como remedio, una mejor coparticipación?
Por nuestra parte no. Categóricamente. La Argentina no saldrá de su manifiesta decadencia si no revisa las causas profundas que han arrastrado a los gobiernos a cometer latrocinio contra sus trabajadores, inversores y productores.
Pero el derrotero del país puede ser peor. Por doquier emergen conductas disruptivas de la necesaria armonía y cooperación social. Huelgas, piqueteros, cortes de ruta, reivindicaciones de “poblaciones aborígenes”, fragmentación de los partidos políticos, sinecuras en todos los estados, nacional, provincial y municipal, recuerdan a la víspera de la desintegración de la antigua Roma. Los hombres preocupados por un mayor grado de civilización, no deben ignorar que el esplendor romano colapsó sin remedio por su sistema de derecho de propiedad de la tierra.

La decadencia romana ejemplifica la argentina
Hay que meditar sobre esta honda cuestión y repasar al Código Civil Argentino. El Codificador a manera de reflexión dice que “La propiedad (el derecho de propiedad) debía mejor definirse en sus relaciones económicas: el derecho a gozar del fruto de su trabajo, el derecho de trabajar y de ejercer sus facultades como cada uno lo encuentre mejor” (nota 2ª. Al art. 2506). Excelente. Esto quiere la Constitución (art.14). Pero lamentablemente, Vélez semeja a un conductor que luego de reconocer que es mejor girar a la izquierda, gira a la derecha. En la nota 5ª al articulo 2503, enunciando los fundamentos del derecho de propiedad, dice: “Hemos juzgado que era más conveniente aceptar el derecho puro de los romanos…” ¿Es sorpresivo que en versión abreviada hayamos reproducido la dramática historia de Roma? De patricios a plebeyos, de plebeyos a proletarios, de proletarios a la general pobreza salpicada con bolsones de indigentes. Correlato lógico: el país sigue vacío a la vez que en forma escandalosa el 80% de su población vive hacinada en menos de 50.000 km2.

Arturo Capdevila, abogado además de hombre de letras, vió esto muy claro. Tras verlo nos advirtió la enorme diferencia entre el fracaso de Roma y la subsistencia de Israel a pesar de la diáspora. La clave estuvo en el derecho positivo de uno y otro pueblo. Mientras en Roma la tierra era objeto de especulación, las tribus de Israel se ordenaban según el Levítico: “La tierra no se venderá a perpetuidad, porque la tierra mía es; puesto que vosotros sois para mí como extranjeros y peregrinos" (25:23). Esto mismo quiso la Revolución de mayo. Esta filosofía política es la que contiene la parte final del Preámbulo y los artículos 14 a 33 de la Constitución Nacional.
Hay que poner manos a la obra y concretar – mediante una distinta legislación – lo que manda la Constitución Nacional.