sábado, 19 de diciembre de 2009

LA CAUSA DEL BICENTENARIO

Héctor Raúl Sandler – Guillermo A. Sandler
1.-Henry George — El Economista para el Siglo XXI
Empecemos por decir que quien lea Progreso y Miseria, accederá al libro más actual y necesario para afrontar los problemas sociales de su país al comienzo del siglo XXI. Esto es así porque George analiza los fundamentos de un orden económico adecuado a la condición humana. Progreso y Miseria es mucho más que un tratado de economía. Si bien descubre las bases necesarias para una economía correcta, lo hace usando refinados conceptos sobre las relaciones del hombre con Dios, el derecho, la política y el orden social como su habitat.

La economía social es como el cimiento de un edificio. Los cimientos son la parte de la obra que nadie ve ni recuerda, pero de cuya constitución y conservación depende todo el resto de la construcción. La actividad económica no es la más excelsa que los hombres puedan cumplir. Su fin primordial es satisfacer las necesidades materiales del cuerpo. Pero cuando el orden económico falla por la mala constitución de alguno de sus fundamentos, todos los otros órdenes de vida humana – la religión, el arte, la ciencia, el derecho, la política y hasta las costumbres – se degradan. Una cultura sensualista desplaza al espíritu y tanto los individuos como la sociedad se deshumanizan.

¿Como puede decaer la civilización moderna?
Gran parte de los problemas sociales e individuales del mundo actual son atribuidos a los grandiosos cambios ocurridos en apenas cien años. ¿Cómo es posible entonces sostener que una obra escrita en 1879 pueda ser tenida como la más actual y necesaria para afrontar las urgentes reformas que demanda la sociedad humana del siglo XXI? Para comprenderlo es necesario dar un vistazo a la relación que, a partir del siglo XVIII, se ha producido entre lo que algunos hombres piensan sobre la sociedad y la forma en que ella efectivamente se organiza.
No se fuerza demasiado la historia contemporánea si se dice que la concepción de Adam Smith, (Riqueza de las Naciones, 1776), iluminó el quehacer de los gobiernos de Occidente durante el siglo XIX (entendido como el que corre desde 1815 a 1914). Progreso y Miseria vio la luz un siglo después (1879). De no haber mediado la necedad de la clase dirigente que llevó a la primera guerra mundial (1914-1918), debió haber sido la obra inspiradora de pueblos y gobiernos para rectificar las deformaciones del orden social llamado «capitalismo».
La economía de mercado practicada sin leyes que aseguren el acceso igualitario a la tierra para todos los hombres, con vida y por venir, y que dispongan que la renta del suelo es el primer recurso financiero de la economía pública, dio lugar a sociedades capitalistas de variada conformación, pero con rasgos similares. Emergieron monopolios y privilegios, se explotó a los trabajadores, se establecieron oligarquías políticas y, de modo principal, dominó la injusticia social.

Karl Marx (1818-1883) fue contemporáneo de George (1839-1897). Pero su experiencia vital fue europea, no americana. No vivió en una sociedad que fuera visible el alto impacto de las tierras libres en la configuración del orden social. Ni vivió en medio de la obscena especulación con el suelo, como lo viera George. Estas diversas experiencias explicarían sus diferentes diagnósticos sobre la raíz de los problemas sociales y sus distintos remedios.
Desde su perspectiva europea Marx forjó teorías explicativas de los problemas y sugirió remedios para eliminarlos. Su doctrina ejerció fuerte atractivo en intelectuales y la clase trabajadora europea a mediados del siglo XIX. Sin embargo, su influencia había cedido notablemente al filo del centenario. Fue la catástrofe de la guerra de 1914 la que abrió las puertas a la ola de revoluciones sociales que elevaron a primer plano al marxismo y generaron, como reacción, al fascismo y al nazismo. El socialismo marxista se convirtió en el evangelio laico de las revoluciones de la centuria. La violencia como método político se adueñó del escenario europeo y del mundo. En tales condiciones no es extraño que las ideas de Henry George, el filósofo social más leído en las décadas 1880-1910, dejaran de tener vigencia en la política y la academia.

Durante el siglo XX el orden económico social dejó de ser considerado un orden espontáneo. El Estado asumió la tarea de modelar a su capricho la economía, la pública y la social. En grado máximo, bajos los Estados fascistas, nazis y comunistas; pero también en los «capitalistas». Los enfrentamientos beligerantes obraron sus efectos sobre el pensamiento social. En principio, tras la derrota de los países del Eje, quedaron descalificados los modelos fascista y nacional-socialista. Pero terminada la guerra y hasta la década de los 1980, los EEUU y la URSS se enfrentaron en la guerra fría. Esta competencia política presentó ante los ojos de la gente la posibilidad de solo dos opciones de orden económico: el modelo capitalista y el comunista. Varias naciones trataron, y aun tratan, de configurar un «tercer modelo» a través de una «tercera vía». Sin éxito por no considerar las enseñanzas de Henry George.

En los umbrales del siglo XXI, el colapso de la Unión soviética generó la convicción – ciertamente errónea – que el «capitalismo» había acreditado, empíricamente, ser el único modelo posible. Bajo el impulso natural de establecer un orden económico mundial, alentado por el volátil capital financiero, se expandió la ideología denominada neoliberal. Esta política es adoptada por los gobiernos nacionales acuciados por la falta de recursos financieros, aconsejada por académicos de nota y exigida por los organismos internacionales de crédito, como el FMI.

Los efectos del pensamiento neoliberal son iguales a los del capitalismo, porque ambos aconsejan crear un sistema estrafalario. Un sistema en el que las actividades de producción y consumo, a cargo de los particulares, se ordene mediante mercados en libre concurrencia. Pero al mismo tiempo se tolera que algunos pocos puedan ser dueños de ilimitadas extensiones de tierra, con el agravante que ese derecho de propiedad incluye la facultad de adueñarse del creciente valor del suelo. Este premio a los dueños de la tierra tienen que pagarlo todos aquellos que trabajan e invierten capital. Por otra parte, al permitir la ley esta apropiación privada del crédito público (no otra cosa es el valor de la tierra), los gobiernos, carecen de recursos financieros legítimos. En consecuencia dictan leyes ilegítimas para cobrar impuestos. Estas leyes son inmorales porque confiscan (hacen público) lo que es propiedad exclusiva de los particulares: el fruto del trabajo y la inversión. Por lo tanto, los gobiernos en lugar de ser la solución pasan a ser parte del problema. Sosteniendo ese sistema achican el mercado interno, destruyen la actividad empresaria, endeudan al Estado hasta llevarlo a la bancarrota y dejan al país en la miseria o en la guerra civil.

Por causa de este inmoral sistema, millones de hombres deambulan en su respectiva patria en busca de «fuentes de trabajo», mientras gran parte de la única fuente de riqueza - su tierra - permanece apartada del proceso de producción. Otros millones, año tras año, emigran a naciones extranjeras. En algunos países latinoamericanos millones de familias forman la legión de «los sin tierra» (mientras su territorio está despoblado). Y en las más fastuosas ciudades, homeless (personas sin hogar) y niños sin familia, merodean por las calles, envidiando a los que al menos tienen un lugar en villas miseria, favelas o ciudades perdidas. Ante este panorama social contemporáneo y la supuesta falta de solución alternativa, conocer el pensamiento de Henry George, constituye el primer deber moral de toda persona bien intencionada.

Leer a Henry George es un deber de todo ciudadano que ame la democracia. Hay que rechazar categóricamente que la cuestión económica sea competencia de economistas, juristas o políticos. En primer lugar, porque la enseñanza oficial del derecho, la economía y demás ciencias sociales, ha sido organizada para sostener el actual sistema. Los graduados en las escuela de derecho, economía y ciencias políticas, sin conciencia clara de ello, procuran educarse para trabajar como «técnicos» del sistema imperante. Se requiere un esfuerzo espiritual para salir de esa servidumbre intelectual. Leer a Henry George, es el mejor tónico espiritual para quien desee encontrar fines más nobles a su profesión de jurista, economista o político.

Pero en segundo y principal lugar, Henry George escribió para ser entendido. Le repugnaba la oscuridad intelectual, con la cual muchos pasan por sabios. Para formar una buena sociedad es esencial que el individuo más simple conozca los fundamentos que exige una economía para que pueda vivir con holgura de su trabajo. Así como la democracia sería imposible si los ciudadanos ignoraran sus derechos y responsabilidades, del mismo modo una economía social de hombres libres, dispuestos a trabajar cooperativamente, animados por una justa distribución de la riqueza, es imposible si los ciudadanos ignoran los fundamentos de las leyes que deben construir ese singular orden económico. Henry George, con su lenguaje preciso, científico y absolutamente claro, pone ese conocimiento al alcance de cualquier ser humano, con tal que sepa leer. George es el pensador que necesitan conocer los que luchan por la democracia, la justicia social y la vigencia de los derechos humanos, no en el papel, sino en la vida diaria. El siglo XX, sobresalió por sus guerras, persecuciones y masacres. Esto ha sido muy doloroso. Sin embargo debe ser visto ahora, en retrospectiva, como una valiosa enseñanza sobre cosas que los hombres no deben hacer. Esta experiencia presenta la gran cuestión: ¿Cuáles deben ser los fundamentos de una economía para que sea base material de la libertad, la igualdad, la solidaridad, la democracia, los derechos humanos y la fraternidad universal? No es esta cuestión de técnicos. Es un asunto que involucra a cada hombre por entero y a todos los hombres en conjunto. Leer Progreso y Miseria es el modo de comenzar a saber cómo construir un mundo más noble. Para lograr un conocimiento sobre las bases materiales y morales de la sociedad, equivalente al alcanzado por la ciencia sobre la realidad natural. Así, por muchas razones y la fuerza de los acontecimientos, después de un largo camino, Henry George emerge hoy como el indispensable pensador que necesitan los jóvenes que forjarán la sociedad del siglo XXI.

II. LO CONCRETO A LA LUZ DE LA DOCTRINA DE GEORGE

Trataremos de ejemplificar el acierto de la teoría de George con un simple ejemplo extraido de la vida real actual (2009), que por su sencillez ( y reiteración) para comprenderlo no se necesita ser académico Basta con reflexionar como ser humano, eso sí, libre de ideologías y preconceptos.

Un habitual caso real en la Argentina

1. En el Barrio de Belgrano en la Av. Cabildo a pocos metros casi esquina Av. Lacroze hay un inmueble al que denominamos “E”. Se compone de un edificio (Local PB y primer piso), antigüedad 80 años (según contabilidad oficial amortizado a los 50 años y con un valor residual 0). Está construido sobre un terreno de una superficie de 412 m2. Según Boleta AByL para el año 2010 ha de pagar $2.200, Valor fiscal del terreno fijado en 103.000 pesos (aprox. 27.000 dólares) y el valor fiscal del edificio 70.000 pesos. Valor total 170.000 pesos.
2. Valor real del terreno según estimación del inquilino. 2.000.000 de dólares. Precio libre de mercado y que posiblemente se puede chequear en cualquier inmobiliaria de la zona sin necesidad de recurrir a “expertos micro economistas”. (Cada lector puede hacer su propia constatación con algun caso semejante de su barrio)

Examen del Caso “E

1. En el caso del inmueble “E” el valor real del terreno de 2.000.000 de dólares es efecto de la demanda del mercado. Quienes conforman la demanda en la ciudad, computan mucho menos la calidad intrínseca del terreno que las “mejoras sociales” que el terreno porta sin acción alguna del dueño. Tales son: su ubicación, la densidad demográfica de la zona y los servicios básicos que lo sirven, el prestigio social que genera a su ocupante , etc. Estas especiales mejoras son distintas de las “construcciones” hechas por el ocupante del terreno y han de ser consideradas como un capital; pero como “capital social” , pues es efecto de un complejo trabajo de la sociedad. Como todo capital origina un fruto , un beneficio para su titular. En el caso del capital social el titular es la “sociedad” y el especial interés que rinde se lo denomina “renta del suelo”. Esta, según George, es la “renta económica” que el ocupante del predio debe pagar anualmente al legítimo dueño del “capital social”. Esto es a la sociedad.
2. Cuando, como en el subsuelo o el campo se tiene mucho menos en cuenta los aportes de la sociedad a que las “propiedades intrínsecas” del terreno, se lo llama “regalía”. Es el típico canon a pagar en la explotación minera. Pero no solo en minería. Por ejemplo también se lo ha de pagar por el aprovechamiento de las ondas electromagnéticas: el pago de una “licencia”. En todos los casos el titular es la sociedad en cuanto ejerce su “soberanía” (mediante el Estado, provincia y municipio) sobre cierto espacio o recurso natural.
3. Distinto al “capital social” es el “capital particular”. Este es lo edificado, construido o plantado sobre su terreno por los particulares . Tres cosas distinguen a este “capital particular” conocido también como “mejoras”. Primero: no es efecto del trabajo social, sino obra de determinadas personas o grupos particulares. Segundo, las inversiones de los particulares tienden a desmejorarse con el tiempo por muy diferentes causas ( uso, innovaciones técnicas, perdida de sentido, etc.). A tal punto se desmejoran que, de acuerdo a cada caso, cumplida una cantidad de años disminuye su valor al punto de no “valer nada”. Cumplido ese tiempo ese capital particular se dice que está “amortizado”. Su valor residual es mínimo o ninguno. Tercero, muy por el contrario el “capital social” se incrementa sin cesar. ¿Las causas? Crecimiento vegetativo e inmigratorio de la población, aumento constante de la demanda de bienes materiales y, lógicamente, mayor demanda de recursos naturales.
4. En el caso del inmueble “E” un canon del 2% anual sobre el valor de mercado del terreno (2.000.000 x 2/100) la renta económica del suelo anual sería de 40.000 dólares, los que ingresarían al fisco a disposición del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. El ocupante del terreno no puede eludir ni evadir, ya que su valor es “público”, informado a todos por el mercado. Aparece como dato resultante de la oferta y demanda de terrenos de la zona. Cualquier inmobiliaria lo conoce al detalle. Es un dato objetivo , pues su fuente es el mercado y no las subjetivas declaraciones juradas impositivas. (Conviene informar que hay ciudades americanas cuyo canon a favor del fisco llega al 5% anual).
5. En nuestra sociedad , por obra del derecho vigente, a esa renta económica del suelo, que reiteramos es de la sociedad, se reparte entre el dueño del terreno y el inquilino. (En consecuencia, los gobiernos recurren a los “impuestos” para hacer de fondos, con lo cual absurdamente castigan la producción y el consumo).
6. Un inevitable efecto que se produce cuando la sociedad cobra el canon sobre el valor real del terreno ( inciso 4) : se obliga a su ocupante a hacer una asignación eficiente de la tierra que ocupa. Es “castigado” quien retiene tierras baldías que otros necesitan en grado de primaria necesidad.
7. Se impone una obligación propter rem a cargo del ocupante ( estas son obligaciones que nacen por tener la “cosa” en su poder). Se obliga al ocupante a hacer una “inversión económica racional”. Por ejemplo en el Caso “E”, construir un edificio de tal magnitud y utilidad general que mediante su explotación pueda afrontar el pago de la renta económica del suelo a la Ciudad, que en este caso sería de 40.000 dólares anuales. Se produce un doble efecto: por un lado, el acicate para que el ocupante ponga la tierra a producir, por si o por otros; por el otro lado, se produce un constante incremento de la hacienda del Gobierno de la Ciudad. (En el Caso E, se pasa de un ingreso anual de $ 2.200 ( 70 dólares) a otro de 40.000 dólares, sin aumentar impuestos. Atención: este crecimiento es constante. Aumenta en relación al aumento de la población y la mayor actividad económica).
8. Sin embargo el enorme crecimiento del “tesoro publico” no sería lo más importante. Lo decisivo seria la fuerte demanda de trabajo y de materiales , el correspondiente aumento de salarios para los operarios , de beneficios para las empresas proveedoras y la drástica reducción de la desocupación (sin necesidad de ayudas o dádivas por parte de un Estado exhausto). Esto se llama “reactivación económica para beneficio de todos con justicia social”
9. Pero hay mucho más igualmente decisivo. La habilitación de edificios nuevos en sustitución de los viejos produce una baja en los alquileres. Los propietarios de edificios solo cobran la retribución al capital invertido en la construcción. La renta económica del suelo es pagada al gobierno y no es transmisible a los inquilinos.
10. El Gobierno de la Ciudad dispondría de recursos reales (no afectados por la inflación actual , reductora de los recursos financieros la Ciudad y generador de más renta económica para el propietario). Los beneficios sociales serían enormes y para todos. Escuelas, líneas subterráneas, hospitales y equipamiento, poda de árboles, alcantarillado, reparación de calles, para todos y no para los “barrios exclusivos”. Progresiva eliminación de los tugurios y villas miserias. Hasta su total desaparición.
11. El Gobierno de la Ciudad ya no debería mendigar recursos al Gobierno Nacional ni endeudarse con organismos nacionales y extranjeros, pagando intereses. Los fondos públicos los suministra la colectividad toda. (Para darse una idea cabal del cambio el lector y el gobierno debieran imaginarse que la situación sería “como si” se procediera a alquilar a razón de un 2% la mitad de la superficie de la ciudad: unos 100 km2. Esta , en 1999 fue tasada mediante un serio estudio en alrededor de 110.000 millones de dólares).
12. El postre: si la Ciudad de Buenos Aires cobrara este canon , de modo simultáneo debe derogar los impuestos a los actos y al patrimonio local ( ingresos brutos, sellos, patentes, etc). Todos gravan fuertemente el trabajo y al verdadero capital.

*


SEPA EL PUEBLO DE LO QUE SE TRATA
Estas son algunas conclusiones que resultan del análisis social del economista Henry George aplicado a nuestra sociedad. Ellas son plenamente aplicables y absolutamente necesarias para la Argentina del siglo XXI.
Henry George analizó el tema como nadie.- Pero no fue no el único. Economistas como Wicksell, von Thunen, Walras, Joaquin Costa, Florez Estrada , Foldvary, Mason Gaffney, lo hicieron en el extranjero. En nuestro país publicistas como Belgrano, Rivadavia, Echeverría, Andrés Lamas , Roque Saénz Peña, Silvio Gesell, Carlos Rodríguez , Arturo Orgaz, Arturo Sabattini , Carlos P. Carranza, Antonio Manuel Molinari, entre otros, Todos participaron de la misma idea central: la sociedad debe cobrar la renta del suelo y eliminar los gravosos impuestos que asfixian a nuestra economía. Esta idea, con variantes, fue llevada a la práctica en Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Singapur, Hong Kong, Dinamarca e incluso en varios estados de los Estados Unidos.

Sin embargo el tema es prácticamente ignorado por nuestra clase dirigente, de derecha a izquierda, y en los ámbitos académicos donde se enseña el Derecho, la Sociología, la Ciencia Política y la Ciencia Económica. Se lo hace sin considerar debidamente la cuestión básica del orden social: el acceso a la tierra y el destino de la renta del suelo. La enseñanza superior está fuertemente influida por el dogmatismo jurídico en Derecho y por la Escuela Neoclásica en Economía. El primero es el estudio pormenorizado de la “ley dictada”, con ignorancia de la realidad a la que debe servir y del contenido de la ley que conviene dictar. La escuela neo-clásica –intencionadamente o no- registra como únicos factores de la producción al trabajo y el capital. El factor tierra y su renta han desparecido. Por este escamoteo de la tierra – don de Dios por nadie producida – ella pasa a figurar como capital. Así se formula un modelo opaco con graves consecuencias sociales. Esa escuela es incapaz de, prevenir y mitigar las crisis recurrentes ocurridas cada 10/20 años en el mundo y cada 5/10 años en nuestro país. SE limita a prestar atención al aspecto financiero, esto es, a la superficie ignorando los efectos que en todo el orden social produce la apropiación en manos privadas del incremento de la renta económica del suelo .

A estas son conclusiones puede llegar cualquier ciudadano común, sin necesidad de títulos académicos ni doctorales. La síntesis del pensamiento de Henry George expuesto al comienzo y el ejemplo transcripto a continuación le explican el fenómeno mejor que una carrera universitaria completa. La distorsión que produce el derecho vigente debe ser comprendido por todos los ciudadanos, para que la democracia económica sea el fruto de la democracia política.

La Argentina detenta su soberanía sobre una de las más vastas superficies del globo: 2.791.810 km2. Pero esto no quiere decir que todos los ciudadanos tengan acceso fácil a ese territorio. Lo que ahora necesitamos es que los habitantes de carne y hueso puedan aprovechar ese territorio para vivir y trabajar. Al no hacerlo, instintiva y bárbaramente, nacen “villas miserias”, “conventillos” , “ciudades perdidas” , usurpaciones y los escandalosos bolsones de pobreza.

Necesitamos construir entre todos una poderosa y desarrollada sociedad civil. Esto solo se podrá lograr si aquella “soberanía” se traduce en los hechos en un igual derecho de acceso a la tierra para todos , para cada uno de nosotros, para nuestros hijos y para “todos los hombres que quieran habitar el suelo argentino”.

Esta es en el 2010 la gran causa del Bicentenario.
Quiera el pueblo conocer y concretar la base necesaria para gozar de todos los derechos que promete la Constitución Nacional.
Buenos Aires, Diciembre 31 de 2009

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