viernes, 20 de agosto de 2010

Mayo: La revolución inconclusa



Por Carlos E. Viana

"No cesan los enemigos de nuestro liberal sistema, constantes en sostener el de opresión y tiranía...". José de San Martín, al Cabildo de Mendoza, 1815.

"Como en la época de 1789 me hallaba en España y la revolución de Francia hiciese también la variación de ideas... Se apoderaron de mí las ideas de libertad, igualdad, seguridad, propiedad y sólo veía tiranos en los que se oponían a que el hombre, fuese donde fuese, no disfrutase de unos derechos que Dios y la naturaleza le habían dado". Estas frases de las memorias de Manuel Belgrano exponen sus ideas liberales, a las que les da un toque de conservadorismo evolucionista con el agregado de la "seguridad" y "propiedad".

A estas frases debemos agregar que tradujo La riqueza de las naciones , de Adam Smith, a quien admiraba y que asesoró al virrey Cisneros para que dispusiera la libertad de comercio. Más adelante continúa Don Manuel, en sus memorias: "No puedo decir bastante mi sorpresa cuando conocí a los hombres nombrados por el rey para la junta que habría de tratar la agricultura, industria y comercio (...) todos eran comerciantes españoles, nada sabían más que su comercio monopolista".

Quedan descriptas en estas frases del prócer, la situación autoritaria y mercantilista del Estado absolutista español y las ideas que se le opusieron, las de la Revolución de Mayo, que se resumían en libertad e independencia.

Belgrano constituía, junto con su primo, Juan José Castelli, y Mariano Moreno, el ala más revolucionaria de la Primera Junta, pero él era, a su vez, el más moderado de los tres, acercándose más a un conservadorismo evolucionista que a un revolucionario radical, tal como lo atestiguan sus gestiones para obtener una monarquía constitucional, tanto con la princesa Carlota Joaquina como en el Congreso de Tucumán a favor de un monarca incaico, pero con una constitución que protegiera las libertades fundamentales.

Moreno y Castelli se ubicaban en el extremo revolucionario. Pero Cornelio Saavedra cuestiona implícitamente las ideas de igualdad de la Revolución Francesa, diciendo, sobre la democracia: "En lo más absoluto de aquel sistema, hay ciudadanos que, por su conducta ajustada a la moral y a las leyes, se han hecho acreedores al aprecio y consideración de sus conciudadanos, y estos los distinguen de los que no lo han merecido en el curso de su vida política" y agrega que a esas "distinciones", "es un deber conservarlas hasta la muerte. ¿Qué no tenemos deberes que llenar hacia los que han dejado de existir y los que deben venir al mundo?". Estas ideas son coincidentes con las de Edmund Burke sobre las libertades inglesas y la revolución de 1688/89. Pero estas coincidencias demuestran que hay valores universales que pertenecen a la humanidad y se acentúan en la cultura occidental y cristiana.

En 1809, en la conocida Representación de los Hacendados, que presentó Mariano Moreno al virrey Cisneros, se leen estos párrafos que nos quitan toda duda sobre las ideas liberales de la Revolución: "Si V. E. desea obrar nuestro bien es muy sencilla la ruta que conduce a él; la razón y el célebre Adam Smith, que, según el sabio español que antes cité es, sin disputa, el apóstol de la economía política, hacen ver que los gobiernos, en las providencias dirigidas al bien general, deben limitarse a remover los obstáculos".

La Representación de los Hacendados, presentada por Moreno, y las quejas de Belgrano que arriba transcribimos, fueron contra un régimen que describe muy bien otro protagonista de la Revolución, Juan Ignacio Gorriti, quien fue diputado por Jujuy y gobernador de Salta, por aquellos días. Dice este patriota: "La revolución de América no fue un suceso repentino (...) El sistema inquisitorial de la política del gabinete observada en las colonias, las trabas que sugería a la industria y a la cultura, el monopolio tan escandaloso del comercio peninsular...".

No obstante, tanto los liberales como Moreno y los conservadores evolucionistas como Saavedra, que hicieron la Revolución de Mayo, coincidían en dos cosas: la libertad y la independencia. Nótese: no era sólo la independencia para depender de otro "mandón", sino, también, la libertad, que, según Aristóteles, es el valor esencial de la democracia.

El sentimiento nacional argentino comenzó a nacer con esos valores de libertad, que pretendían revolucionar el Estado absoluto y mercantilista, que sostenía, por aquellos días, la corona española. Desde el siglo XVI, estos últimos provenían de un conservadurismo reaccionario, donde la autoridad prevalecía absolutamente sobre la libertad de los ciudadanos y se confiaba en la providencial mano del rey la conducción política y económica del Estado, donde los ricos eran el rey y los amigos y socios de su majestad, donde el Estado era superior a la Nación.

Hoy, a 200 años de aquella histórica fecha del 25 de mayo de 1810, se festeja el aniversario sin reparar qué sistema cultural, social y de gobierno tenemos. Nuestro régimen ha vuelto a ser mercantilista; es decir, intervencionista y con privilegios, como el de la monarquía absoluta española. Como en aquellos tiempos, los grandes ricos son los miembros del gobierno, sus amigos y socios. La Representación de los Hacendados que citamos arriba es casi lo mismo que las entidades agropecuarias le están haciendo al gobierno nacional. La resolución 125 fue todo lo contrario a los valores de la Revolución de Mayo, lo mismo que las restricciones gubernamentales a la exportación de trigo, soja, leche y carne. La Aduana se ha cerrado para impedir las importaciones. Hemos retrocedido 200 años y el "regalismo presidencial" conmemora la Revolución que se opuso a todo lo que ellos dicen y hacen. Lo peor es que buena parte de la oposición coincide con esta posición y despotrica contra el liberalismo y los conservadores evolucionistas; es decir, contra los ideales de la Revolución de Mayo.

Es más, el gobierno nacional y los provinciales se encuentran conformados por personas inmensamente ricas y en el Congreso de la Nación, encontramos a muchos legisladores excepcionalmente acaudalados. Según Platón y Aristóteles, "la oligarquía consiste en la supremacía política de los ricos"; es decir, un régimen para privilegiar a los ricos que gobiernan, mientras que cada vez hay más pobres. Esto es lo que ocurría con los monopolios de los comerciantes de Cádiz y la monarquía absoluta, antes de mayo de 1810.

En la actualidad argentina, como si un túnel del tiempo nos hubiera hecho retroceder más de doscientos años, la clase política ha descubierto la manera de despojar a los pobres y el ejemplo paradigmático es que en nuestro país, el primer país productor de alimentos del mundo en base al número de habitantes, hay chicos desnutridos y familias que se alimentan en los tachos de basura. Trabajadores que sufren la inflación, la falta de seguridad, mientras que sus supuestos representantes sindicales son ricos. La educación popular preanunciada por los revolucionarios de mayo, especialmente por Belgrano, fue llevada a cabo como ejemplo en el mundo, por la generación del 80, pero hoy los chicos son explotados ante la indiferencia del Estado y están en la calle pidiendo, en vez de ir a la escuela, mientras que los que pueden ir son educados en ideas que saltan constantemente entre el totalitarismo, la anarquía y el falseamiento de la historia, contrariando los más elementales principios de libertad.

¿Dónde está el valor esencialmente republicano que definió Montesquieu como la "virtud"? En otras palabras: los valores morales que mostraron Belgrano, un heredero rico que murió pobre, y Saavedra, que abandonó sus negocios para servir a la República.

Antes de 1810, para ser inmensamente rico, había que ser amigo, socio o funcional al rey absoluto o a la nobleza; hoy, a la oligarquía gobernante. El camino de la gran fortuna no es la libertad de empresa, la capacidad y el trabajo, sino la amistad o la sociedad con los gobernantes. Aristóteles afirmó: "No hay verdadera democracia sino allí donde los hombres son libres" y estas ideas sostuvieron los hombres de mayo de 1810. Hoy, se denomina democracia a un régimen en que su clase política condena la libertad individual.

Debemos conmemorar la Revolución de Mayo, llevada a cabo por aquellos visionarios que vieron hacia dónde iba el mundo, que creyeron que, con libertad y dignidad, se gobernaría más justamente y se produciría riqueza para distribuir; que con educación se dotaba a los ciudadanos de conocimientos que les sirvieran para defender sus derechos y libertades; que con cultura se mejoraba la sociedad. Debemos recordar que, con la implementación de esas ideas de mayo, desde 1853 en adelante, la República Argentina era, en 1943, la séptima potencia del mundo, que su PBI era superior al de Brasil, que exportaba más que toda Iberoamérica junta, que su pueblo era el más ilustrado de América, que se había opuesto con éxito a las pretensiones norteamericanas de imponer su influencia sobre Iberoamérica, en las Conferencias Interamericanas de 1933 y 1936.

Después, llegaron los restauradores del absolutismo, con el apoyo de Hitler, quien, general Wilhelm Faupel mediante, intervino abiertamente en nuestros asuntos internos, resucitando el régimen autoritario colonial español, en una versión decadente que nos ha llevado a la actual situación.

No nos engañemos, el Leviatán ha vuelto; ahora, estamos con un régimen similar al que predominaba en España desde el siglo XVI, autoritario y mercantilista, como una caricatura restaurada de las ideas de Fernando VII, a las que, paradójicamente, les llaman progresismo. ¿Dónde quedó esa "excepcionalidad argentina" que caracterizó a nuestros antepasados? En las reservas morales de esa tradición liberal-conservadora de Mayo que se encuentra en el espíritu de muchos ciudadanos y que debemos rescatar con la verdad.

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Carlos E. Viana es autor del libro El escenario político sobreiluminado; reside en Rosario.

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