jueves, 21 de octubre de 2010

EL DRAMA SOCIAL ARGENTINO Por H. SANDLER


LA CUESTIÓN DE FONDO DEL DRAMA SOCIAL ARGENTINO
Hector Raul Sandler, Profesor Consulto, Derecho, UBA

Un lector de este blog me hizo saber que a su juicio mi preocupación sobre la “cuestión de la tierra” parece algo obsesiva. Me dijo que estaba dispuesto a aceptar la importancia de la tierra rural (para él la urbana parece que no existe), mientras el país era agro-exportador. Pero hoy, dado el desarrollo de la ciencia, la técnica y la industria, cualquiera advierte que la tierra carece de la gravitación que tuvo entonces. Mi crítico no esta solo. La mayor parte de los argentinos piensa así.

Un viejo dirigente político socialista, hace unos años escribió en el diario La Nación que el valor de la tierra ocupa (hoy) un rango menor,(pues es) desplazado día tras día por el valor de la maquinaria y la investigación científica, en el conjunto de la inversión destinada a la producción agraria. Es la opinión que domina entre todos nuestros dirigentes políticos y sociales.

Monografías recientes, de gran valor, analizan el problema de la tierra e inclusive el de la renta fundiaria. Sin embargo, la mayoría de ellas fallan en su perspectiva para considerar el asunto desde el punto de vista que interesa a la sociedad argentina. El problema de la tierra es tratado como un problema del campo y sólo ocasionalmente como asunto de la ciudad. En ningún caso es visto como una cuestión del ordenamiento jurídico de la economía y de las finanzas públicas. Nadie muestra La vinculación del creciente valor del suelo con el sistema monetario y mucho menos con la inflación. Los especialistas económicos dan información de todo, desde lo más exótico a lo más trivial: precio de moneda, precio de la leche, la inversión en el mundo, etc. Pero nada dicen sobre el modo que en el mercado argentino se adjudica la tierra a la producción y menos sobre el valor del suelo: la renta fundiaria acumulada sobre el predio, que es su puerta de acceso y se mide por su precio real en el mercado.
Es más, ni siquiera percibe la mayoría de los profesionales en ciencias sociales la necesidad de abordar el asunto, de dominar a fondo las instituciones jurídicas que lo tratan. En descargo de economistas y sociólogos, digamos que tampoco los juristas actuales se ocupan de la cuestión. La tierra y su renta fundiaria. Es el punto ciego de las ciencias sociales.

¿Cómo asombrarse entonces que nada menos que un dirigente socialista ignore que el monto de los salarios viene determinado por el precio del suelo?.
¿Cómo sorprenderse que los empresarios alaben las supuestas virtudes del sistema capitalista a la vez que ignoran que los beneficios de su empresa están mucho más determinados por el valor de la tierra que por los salarios de los trabajadores?.
¿No es digno de asombro que el inversor de capital real ignore que los réditos de la inversión son mucho más afectados por el valor de la tierra que por los otros factores de la producción?.
¿No quedaría boquiabierto el entusiasta de la economía de mercado y de la competencia económica, si escuchara decir que si no se da otro tratamiento a la renta del suelo, jamás podrá aprovechar de los beneficios de ese orden económico?
¿No nos miraría estupefacto el político progresista si le dijéramos que la mejor manera de empobrecer a su pueblo es hacer mucha obra pública sin recaudar la renta fundiaria?.
¿No suelen mostrar incredulidad los funcionarios de la administración de impuestos, de Hacienda y los miembros de la comisión de Presupuesto de las Cámaras, cuando se les dice que para aumentar los ingresos del Estado y solventar mejor el gasto público, tienen que tratar de eliminar impuestos y sustituirlos por la recaudación del valor del suelo?
¿Saben los que aspiran a achicar la burocracia estatal , que estas decisiones no consisten en despedir trabajadores, sino abrir las fronteras , a esas que el régimen ha levantado para acceder a la tierra, única forma legitima de permitir la fluida emergencia de nuevas fuentes de trabajo y , a la vez, reducir el despilfarro público?
¿Acaso no han advertido gobernadores y diputados que la fuerza del federalismo depende de que cada provincia tenga más población productiva y que esto solo es posible con tierra barata y pocos impuestos?

Si un rayo electrónico destruyera todos los billetes en circulación, el país no sería mas pobre ni más rico. Pero si con un otro rayo adecuado se destruyeran todos los objetos creados por el hombre, dejando solo con vida a los habitantes y sus billetes, en un tris-tras, habriamos vuelto a la era neolítica. Estaríamos en peor situación que “nuestros hermanos los indios”: en estado de total pobreza.
Claro que podríamos comenzar de nuevo, rehaciendo casas, granjas, caminos, muebles, como una vez lo hicimos y como, por ejemplo, lo hiciera Alemania después de la segunda guerra mundial.. Pero a condición que pudiéramos usar el territorio. En cambio, si se nos privara de nuestro territorio, aun cargados de cosas y billetes, nuestro destino sería la diáspora. ¿Se pueden solucionar nuestros problemas sociales si seguimos ignorando que el suelo y el modo de acceder a él , es la base de la nacionalidad y de un orden social bien constituido?. La palabra solar alude a dos cosas: al suelo y al Sol. Hay una profunda conexión entre ambas porque la tierra es el sol del sistema social.

En el Antiguo Testamento, dijo Yavé a los hombres: La tierra no puede venderse para siempre porque la tierra es mía, ya que ustedes están en mi tierra como forasteros y huéspedes (Levítico: 25). A partir de este principio divino Moisés creó especiales instituciones legales para su pueblo. Consonantes con ese mandato “constitucional”, Por la misma época los romanos crearon otras instituciones legales. Inspiradas en principios paganos. La continuidad histórica del pueblo judío por un lado y por el otro la crónica e irreversible decadencia de Roma, hasta su total ruina, no son diferencias menores ni pueden desvincularse de esos distintos principios de orden social.

El trato al factor tierra siempre tuvo importancia constitucional. Pero mucho menos cuando la población humana era escasa, los bienes de capital casi inexistentes, el saber científico y técnico muy pobre y el planeta un descampado. El conjunto se traducía en una deprimida demanda de tierra. ¿Pero cuál no será su importancia hoy y mucho más en el futuro cercano , si gracias a la ciencia y a la mejor condición de vida la población superemos lejos los 6.000 millones, si el conocimiento científico y tecnológico multiplican la posibilidad de explotar el suelo hasta el último rincón, si los bienes de capital se fabrican a medida de las necesidades? Toda esta evolución exige usar nuestro hermoso pero limitado planeta, el que ofrece todas las ventajas menos una: la de agrandarse.

La mayoría de los pueblos pagan un alto costo por su mal trato al problema del acceso al suelo y distribución de la renta fundiaria. Aquí anida el germen de la decadencia y amenaza de desintegración para muchos. A la mayoría de los pueblos no les es sencillo eliminar esta dificultad y tratar el problema porque su inteligencia esta oscurecida por tradiciones milenarias e ideologías equivocadas.

Solo la Argentina es distinta en el mundo entero. Su constitución como país soberano es reciente, su población poquísima, sus instituciones constitucionales originarias las mejores para forjar la grandeza individual y colectiva. Y, lo principal, su territorio es inmenso. Sin embargo por todas partes se manifiesta entre nosotros el conflicto y surge la mendicidad. ¿La causa? Sus raíces más profundas es difícil discernirlas. Pero la causa eficiente, la que actúa a la vista de todos los que quieran ver, es su sistema de acceso al suelo (urbano y rural) y su régimen legal de recursos a los gobiernos. Por un lado deja que la renta del suelo beneficie a los que tienen tierra en propiedad y por el otro – efecto de esa renuncia – se ha creado un sistema de impuestos que hace del trabajo , la inversión, la producción y el consumo hechos punibles “Trabaja. Invierte y consume y serás castigado”.

Para cambiar solo necesitamos captar el problema y darle el debido trato. Basta con ajustar nuestro sistema legal a un correcto principio del orden social de fundamento moral: “La tierra es para vivir y trabajar; no para especular”. El sistema de recursos para el gasto publico también ha de tener un fundamento moral: ha de recuperar la renta del suelo porque es este el recurso de la sociedad.
Afrontemos este problema, construyamos la recta solución y lo demás vendrá “por añadidura”. En verdad , por obra del libre trabajo posible en el nuevo estado de cosas generado por un orden legal de fundamento moral.
Hemos dado un pantallazo a esta “cuestión” para mostrar que el problema de la tierra no es uno más entre otros, como se suele sostener. Tiene jerarquía de principio de orden, como lo tiene el de la libertad individual. Atenderlo y ajustarse a él es proponer la anhelada revolución productiva y el goce de todos los derechos prohijados por nuestra Constitución Nacional.
Octubre 20 del 2010.

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