jueves, 11 de noviembre de 2010

El Milagro Chino y las Ideas de Mayo de 1810


CARTA ABIERTA A NUESTRO LEGISLADORES
RAUL GIRBAU, economista.

Acomodando la correspondencia encontré entre mis papeles, una de las últimas cartas escritas por mi entrañable amigo don Josep Soler y Corrales. Desde las bella Barcelona, tierra de mis abuelos, Soler Corrales había establecido su propio puesto de observación para analizar los problemas económicos del mundo. Lo hacia sin prisa, sin pausa y con un tremendo sentido de oportunidad.
La carta que hoy ofrezco al Blog me fue enviada por Soler por su afecto hacia nuestra patria. Conocía los grandes principios de orden social levantados durante la Revolución de Mayo de 1810 concretados en un par de leyes.
La primera, a la.que mucho admiraba, era: la decisión de nuestros patriotas revolucionarios de abolir tan tempranamente como en 1813, la lacra de la esclavitud. Pero admiraba aun más otra ley. A la que consideraba base ineludible no solo para que la libertad de las personas fuera efectiva sino, además, compatible una real justicia social. Para los vivos que las dicten y para todas las generaciones por venir. Soler y Corrales consideraba a esta segunda ley una verdadera joya de “ingeniería social”. Me refiero a la Ley de Enfiteusis dictada en 1826.

Poco antes de fallecer me envió la carta que doy a conocer más abajo. En ella explica Soler cómo, por extraño que parezca, el supuesto “milagro” con que China nos asombra no tiene su raíz en fondos misteriosos sino en medidas políticas muy al alcance de los hombres. Las que se tomaron para un sano acceso a la tierra por parte de todos y el justo destino dado a la renta del suelo. Explica Soler como tras las décadas de los sufrimientos y devaneos que siguieron a la Revolución de 1949, se llegó a concretar un sistema que contiene los mismos principios que lucieron en la Revolución de Mayo. Con su aplicación, la China de hoy ha salido de la tormentosa agitación ideológica en que se encontraba para ponerse, en materia económica y en poco tiempo, a la cabeza del mundo.

En estos azarosos momentos que vive la Argentina en el campo político – cuando los más favorables “vientos de cola” se le ofrecen a la economía argentina - he considerado oportuno y necesario publicar la carta de mi amigo Soler y Corrales. Ojalá su contenido ilumine las mentes y los corazones de nuestros dirigentes políticos y sociales.


LA AFORTUNADA TRANSICIÓN DE LA CHINA
Como no podía ser de otro modo en un país de 1.300 millones de habitantes, los cambios que se han producido, se producen y se producirán, forzosamente tienen que ser lentos.

Entre 1949 y 1952, fueron expropiadas de sus propietarios 45 millones de hectáreas, que se distribuyeron entre 300 millones de campesinos pobres. Como los resultados de esta Reforma Agraria no fueron los esperados, entre 1955 y 1958 se mancomunaron los terrenos y los aperos de cultivo, formándose Cooperativas agrícolas. Pero a partir de 1958 se estableció el sistema de Comunas populares, de 4.000 familias cada una. Fueron unas organizaciones muy burocráticas, la plana mayor de las cuales controlaba todos los aspectos de la vida social de los campesinos.

Este sistema duró hasta 1978, pero fue siendo gradualmente abolido, de modo que si bien la unidad colectiva seguía siendo dueña del campo, se dejaba a la competencia de cada campesino el rendimiento de su parcela, con lo que, una vez cubiertas las cifras de producción asignadas, podía retener para él todo el excedente obtenido. El resultado fue positivo y, a partir de los años 1980, favoreció la progresiva industrialización y comercialización de la agricultura, así como de los intercambios entre campo y ciudad. En algunos años, millones de familias campesinas se convirtieron en productoras especializadas, lo que no sólo les permitía salir de la pobreza sino incluso enriquecerse.

Otro aspecto del desarrollo de la economía rural es que, a medida que un mayor número de campesinos abandonaba los cultivos para dedicarse al comercio, a la industria, a la construcción o a los servicios, mayores se hacían las granjas chinas, lo que a su vez estimulaba su especialización, el aprovechamiento de los recursos locales, mayor eficacia en la utilización de la mano de obra y mejor selección de ésta para sacar partido de las cualidades de cada cual. Según China Daily (28/2/1986), empresas rurales que habían empleado unos 60 millones de trabajadores obtuvieron 230 billones de yuan, cifra evidentemente muy superior a los 75 billones obtenidos en 1980.

Cuando, en 12 de abril de 1988, por impulso de su líder Deng Xiaobing, la República Popular de la China modificó su Constitución y legalizó las empresas privadas y la transferencia de tierras, algunos occidentales creyeron que había llegado el momento de acudir allí para enriquecerse con maniobras especulativas. Pero el pueblo chino disfruta de reconocida sabiduría ancestral y no cayó en el error de vender a particulares lo que es de todos, por el contrario lo que permitió fue la compraventa de los derechos de utilización de las tierras y la cesión de ellas mediante el pago de una especie de arrendamiento al Estado.

Quedaba así sentada la base para que pudiera cumplirse la profecía que 2.500 años antes hizo el gran Maestro K’ung-tzu (Confucio) con las siguientes palabras:
“Cuando cada persona cuente como parte de la sociedad, y la sociedad pertenezca a todos por igual, los virtuosos y capaces serán elegidos para la acción pública, los adultos dedicarán sus esfuerzos a las tareas usuales y los niños serán correctamente criados. Todo el mundo participará en la responsabilidad social. Los recursos naturales serán utilizados para el bien común y no apropiados para fines egoístas. La gente procurará aplicar su habilidad en provecho público antes que en ganancia privada. Será la Era del Gran Estado de Paz y Prosperidad”.

Deng Xiaobing murió el 11 de febrero de 1997. Lo substituyó Jian Xemin y, a éste, Hu Jintao, pero la aplicación gradual y constante de las reformas ha contribuido a que se consolidasen y ha producido múltiples efectos positivos. Ha mejorado el consumo de alimentos, vestimenta, vivienda y demás necesidades básicas. Es cierto que quedan todavía amplios sectores de la población que están al margen de estas mejoras, pero éste y otros problemas que puedan surgir, como los de origen étnico, lógicos en tan dilatado país, podrán ir solucionándose.

Gracias a su afortunada transición, China merece llegar a ser la primera potencia económica mundial. Pero mucho más importante será que, con su ejemplo, pueda mostrar al mundo que lo fundamental para lograr la prosperidad y la paz son la justicia social y la libertad económica, es decir: dejar a los individuos lo que es de los individuos y, al Estado como representante de la sociedad, lo que es de todos, la común propiedad de la tierra.

A comienzos del pasado siglo, se extendió por Occidente el concepto de que la China era una amenaza para el mundo, llegando a llamársela “el peligro amarillo”. Como los hechos han venido a demostrar, este peligro era sólo para quienes querían seguir ejerciendo dominio sobre los económicamente débiles.

Ojalá que el buen ejemplo de China pueda ayudar a los pueblos que necesitan sobreponerse a su pobreza. El viaje del presidente de la China, Hu Jintao, a cuatro naciones de la América latina, ofreciendo importantes inversiones, podría ser un primer paso en este sentido. Así lo hacen pensar las palabras de Yang Yang, Director general de la Oficina de Información del Consejo de Estado chino, al decir: “Estamos planeando una colaboración estratégica a largo plazo en áreas específicas, como aviación, exploración espacial, comercio exterior, educación, producción, manufactura, servicios e infraestructura”.

Ciertamente, la cooperación mutua de China con Brasil, Argentina, Chile y Cuba es, para estos países, una oportunidad histórica sin precedentes. Si sus dirigentes respectivos pueden comprender que la recaudación de la renta territorial (valor de los terrenos), en substitución de los impuestos antieconómicos, es la llave de la justicia social, tendrá lugar lo que ya aconsejaba Henry George. “Dad al trabajo campo libre y sus completas ganancias; tomad para beneficio de todos ese caudal que el crecimiento de la colectividad crea; y la miseria y el miedo a la miseria desaparecerán. Las fuentes de la producción quedarán libres, y el enorme incremento de riqueza procurará a los más pobres holgado bienestar. Los hombres no se atormentarán para encontrar trabajo más de lo que ahora se atormentan para encontrar aire que respirar; no habrán de cuidar más de sus necesidades físicas que los lirios del campo. El progreso de la ciencia, la marcha de los inventos y la difusión de la cultura aportarán sus beneficios a todos” (Progreso y Miseria, 9, 4, 18).
Josep Soler y Corrales


Asi se constuye en China donde reina un sistema económico como el de Belgrano y Alberdi.
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