sábado, 2 de julio de 2011

Cambio de Sistema. Indignados.



IMPUESTOS: DESDE 1662 HASTA EL PRESENTE, LA DISTANCIA SE MIDE MAS QUE EN AÑOS
Dr. Raúl E. Cuello
30/6/2011



Habida cuenta que los individuos tienen idea a temprana edad de los impuestos, a los que se identifican con un castigo impuesto por las autoridades, comienzo por expresar que la ciencia económica tiene su piedra fundamental en el año 1662 cuando un mercantilista de aguda observación y sólidos conocimientos económicos, estudia de qué modo eficiente pueden financiarse los gastos gubernamentales y comienza, a desarrollar la teoría económica, adelantándose en más de cien años a la obra de Adam Smith y David Ricardo. Me refiero a William Petty a quien algunos consideran el verdadero fundador de la economía, entre ellos, Karl Marx.

A aquellos pensadores sociales, no solo le importaba la recaudación para las arcas públicas, sino cuales eran las mejores formas de gravar a los ciudadanos y así encontraron que hay tres y solo tres formas de imposición: la propiedad, las rentas y los consumos. Y como no era cuestión de obtener toda la recaudación de solo una de esas fuentes, debía establecerse en qué proporción unas y otras debían contribuir a financiar a la monarquía constitucional entonces vigente. No podía recaer todo sobre la propiedad, ni tampoco sobre la renta y menos sobre los consumos. Si bien la decisión de fijarlos era política, nunca podía ser arbitraria. La idea de equidad ya sobrevolaba el escenario rentístico.



Había que tener idea de cómo funcionaba el sistema económico y la forma como Petty lo percibe, es consecuencia de su falta de vinculación con todo tipo de interés mercantil, no obstante su experiencia como hombre de negocios vinculado con la actividad rural. Pero también de su amistad con hombres destacados en el acontecer científico, todo lo cual le confirió una amplitud de miras y una objetividad en sus estudios, a punto tal que se necesitó más de un siglo para que sus ideas económicas fueran mejoradas.

Su “Tratado de Impuestos y Contribuciones” es en realidad, un completo estudio de las finanzas públicas.. Es el primer economista que se demuestra a favor de los impuestos debido a que si son instrumentados adecuadamente, son beneficiosos para la sociedad. Pone el acento en el carácter redistributivo de los mismos a favor de los productores, desde aquellos súbditos que no lo son. Establece, las condiciones a que debe ajustarse un buen impuesto: proporcionalidad, claridad, comodidad y economía.

Esas ideas son las que todavía dan parte a la estructura funcional de la economía en el plano de la Política Fiscal, la que integran junto con el Gasto Público, el Régimen Previsional y la Política de la Deuda Pública, e integrada a nivel macroeconómico con la Política Monetaria constituyen los denominados Fundamentals.

Un planteo adecuado, establecería que cada una de las tres bases imponibles citadas debieran participar de manera equilibrada en la estructura recaudatoria, para impedir la presencia de impuestos que distorsionen el funcionamiento de la economía en el marco de un Gasto Público que no imponga un exceso de tributación. En Argentina estamos muy lejos de esto. La falta de equilibrio es manifiesta toda vez que el impuesto sobre la propiedad carece de significación, en tanto que el financiamiento deviene exclusivamente de las cargas sobre los consumos, las utilidades, el trabajo y la producción.

Así, por ejemplo la carga tributaria de un asalariado varía entre un 47 y un 51% de su ingreso bruto y corresponde a los impuestos al trabajo, al I.V.A y a los impuestos provinciales y municipales. Considerada la recaudación nacional a nivel consolidado (impuestos, seguridad social y aduaneros), el I.V.A representa el 26,4%, Ganancias el 18,3%, Retenciones a las Exportaciones el 8,9%, las Cuentas Corrientes Bancarias el 6%, Combustibles el 3%, Internos el 2,2%, Bienes Personales el 1%, y los Aportes y Contribuciones sobre el trabajo el 30,6%. El resto da el 3,6%. Y agrego, que en el total país, el impuesto inmobiliario rinde solamente el 0,03% del PBI.

En este marco, fácil es deducir que no hay justicia, no hay neutralidad, no hay progresividad ni eficiencia en la asignación de recursos. En definitiva no hay nada que no sea la necesidad de recaudar de la manera que sea. La iniciativa que ha tenido entrada en el Congreso así lo demuestra ya que se pretende gravar las manifestaciones tecnológicas como si se tratara de indicadores de capacidad contributiva.

Parece razonable que el país no tenga el crecimiento que surge de sus recursos potenciales en tanto y en cuanto se penaliza a los eficientes y emprendedores, al mismo tiempo que se reduce la dimensión del mercado al hacer que los consumos estén excesivamente gravados. El punto es que como los recursos no alcanzan debido a la falta de ponderación de los gastos públicos, se acude a expedientes que agravan la situación conduciendo cargas administrativas, complejidad y falta de transparencia, poniendo en cabeza de los contribuyentes las funciones recaudatorias vía regímenes de percepciones y retenciones.

El resultado es una presión tributaria global del 32% del PBI, que es 20% superior a la existente en los años previos a la crisis de 2002. Pero no es una carga que alcanza a todos, cumpliendo con las reglas de equidad. El hecho que exista un altísimo margen de economía informal, hace que quienes cumplen sus obligaciones impositivas se vean frente a una situación que los descoloca frente a la competencia de los evasores, con lo cual se encuentran frente a dos opciones: dejar la actividad o se convertirse también en evasores.

Frente al panorama descripto a nadie puede llamar la atención la falta de incentivos a la inversión de riesgo y la clásica fuga de capitales, en un país que esta ávido de aquellas y con oportunidades como pocos. A poco que meditemos sobre el inicio de este ensayo y hagamos un alto doscientos años mas tarde en la Confederación Argentina, para recrearnos con las ideas fiscales de la Generación de 1837, llegaremos al convencimiento que esta materia no está actualmente en la agenda de gobiernos y de candidatos en la medida que debiera estar. Y mientras así sea, no habrá premio para la eficiencia y castigo para la especulación. Coincidiremos entonces con que nuestro problema no es de conductas anómalas, sino de sistemas que las permiten. Si la economía nace como ciencia a partir del estudio de los impuestos es una disciplina que todavía los argentinos no hemos aprendido.

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