miércoles, 28 de noviembre de 2012

La cupla -par de fuerzas- que mantiene opreso al mundo civilizado


Estimado amigo:
Estudiar en soledad el dramático problema de la deuda publica argentina  –país que pareciera no poder romper la cadena que lo somete a una deuda publica “eterna” – genera como mínimo algunas sospechas. 
Una,  que los estudios hechos por la “mayoría” no sirve  para mucho. La deuda pública ha acompañado al país como la sombra al cuerpo a lo largo de la historia del último siglo. Es posible sospechar que esa “mayoría”, la  que estudia primero y después aplica lo que aprendió,  sea ella misma la causa de la deuda pública. Al menos impotente para acabar con ella.
Segunda sospecha: alguna causa institucional  mina la voluntad política argentina (la de todos los ciudadanos sin distinción de “clases”). Ninguna promesa detonante ni predica constante contra la deuda ha sido eficaz. Mucho menos si el contraerla se  la considera, sin más ni más, atinado acto de gobierno (“Necesitamos que en el país se inviertan capitales”, como se repite por doquier).  

A mi juicio dos grandes instituciones legales impulsan necesariamente a agigantar la deuda pública. Han  llegado a configurar un “sistema”, contra el cual no hay declaración ni voluntad que valga. Solo un “re- conocimiento” de ambas causas puede dar paso a imaginar la solución que ponga fin a la “mala costumbre nacional” de endeudarse.  Solo a partir de este saber será posible forjar una voluntad democrática necesaria para cambiar el sistema legal que inevitablemente nos lleva a la ruina.

Dos regimenes legales establecidos en épocas  sucesivas fuerzan al endeudamiento público. Ellos son los siguientes:  
        
a) el actual régimen de propiedad de la tierra en general (urbana y rural).  “La apropiación de la tierra” (establecido por el Código Civil, reproduce para nosotros al ruinoso derecho romano de propiedad particular sobre la tierra (ver párrafo 5 de la nota al art.2503 del Código Civil). Este régimen no es intrínsicamente dañino. Pero si no se repara un pésimo efecto colateral que inevitablemente produce,  ese régimen es destructor de la paz social, de la moral privada y pública, de la democracia, del sistema republicano, de la libertad individual y el progreso general.
         Ese pésimo efecto colateral consiste en incluir entre los beneficios que  acarrea el derecho de propiedad a una parcela de tierra al  infeccioso derecho a apropiarse para sí y sus herederos la renta de origen social, denominada renta de la tierra. Esta se acumula sobre cada  predio, no por obra del ocupante, usuario o propietario, sino  por obra de la escasez natural de espacio y el progresivo desarrollo de la comunidad.

b) El régimen de impuestos establecido en 1932 . La ley que lo creo  fue aprobada para salvar una coyuntura y solo por 3 años. Sin embargo al vencimiento de ese plazo, sin discusión alguna, se lo prorrogo por otros 10. Al cumplirse este plazo (1943) avatares de otra clase oscurecieron la conciencia política argentina y “la cuestión del correcto sistema de recursos para el Estado Nacional conciliable con un buen orden social” , se dio por definitivamente resuelta. A partir de ese “germen” la “maraña de impuestos” vigentes supera el numero de 85, solo en el orden nacional. El trabajador y  el inversor son corridos cuando no asfixiados.

Ambos sistemas forman una copla que – en principio - ahoga cada vez más todo intento de seguir poblando a nuestro país que ofrece una estructura poblacional escandalosa. Por un lado un prematuro hacinamiento urbano, repugnante a la mas burda noción de derechos humanos (En las principales urbes hay casos en que la densidad poblacional supera los 45.000 h/km2. Así la Villa 11/14 en la CABA) En la “Reina del Plata, la densidad media nocturna es de 15.000 h/km2; la diurna supera los 25.000 h/km2. Por el otro lado el indignante desierto. Frente a la población urbana (85% de la población), hacinada en no mas de unos 10.000 km2)  aparece un 15% raleado en mas de 2.600.000 km2 continentales. ¿Su densidad aritmética? Alrededor de 0.02 h/km2. ¡El vacío absoluto!

Esta cantidad y  distribución de la población es doblemente escandalosa. Primero – la cuestión de la cantidad – revela los calamitosos efectos de aquella cupla ley formada por  un  mal derecho de propiedad y un pésimo sistema de recursos del Estado). Poblado el país al ritmo con que se inicio en los 1860 , no hubiera sido raro que nuestra una densidad poblacional fuera semejante a la media europea, unos 100 h/km2. En este caso la población de la Argentina debiera ya haber superado ya los 200 millones de habitantes, gozando todos de una feliz prosperidad.

En cuanto a la “distribución” de la población no es menos escandalosa, no solo por lo ya expuesto. La inmigración de familias hacia la Argentina fue formidable bajo los estímulos “tierra barata” mas “escasos impuestos” (los mayores ingresos del tesoro provenían de la exportación). Fue amenguando al fin del siglo XIX por encarecimiento de la tierra. Pese a millones de personas que buscaban  de nuevos horizontes dada  la terrible guerra mundial (1ª. y 2ª), la inmigración desde Europa se redujo, para acabar por completo en 1950. En ese año se puede apreciar el mas radical cambio sufrido por la Argentina por el “alto costo de la tierra” y los “elevados impuestos al trabajo”. La Argentina, un país vacío, de ser un país de “inmigración”,  paso a ser un país de “emigración”. Hoy no hay argentino que no sueñe con recuperar la nacionalidad de sus ancestros para irse del país…en búsqueda de de un país mas amable, en el que se pueda vivir del propio trabajo.

A la vista de los números tenemos un país vacío. Pero por causa del derecho positivo vigente esta “lleno”.  No hay tierra para todos y falta la 1/3 de la población. ¿Cómo se puede explicarse esta extraña contradicción?  Describiendo los hechos tal como los pueda ver quien quiera ver sin juicios ni prejuicios previos.  
“La Argentina es el país que posee el tercer mas vasto territorio llano del mundo. Graciosamente regado por las aguas del cielo y nutrido por abundantes arterias de agua, a la vista unas y otras bajo el suelo a no mas de 100 metros de profundidad. Todo arropado todo por un clima excepcional sin temibles diarios terremotos. Para colmo de bienes, ese paraiso terrenal es  jurídicamente adquirible por todo aquel que quiera hacerse del espacio necesario para vivir y trabajar. Tiene dos solo defectos.
El primer defecto es que esa tierra,  físicamente existente y legalmente adquirible,  es inalcanzable por todo aquel que solo cuente para acceder a ella con su capacidad de trabajo físico e intelectual.
El segundo defecto es el anatema que pesa sobre la cabeza de sus habitantes: Todo aquel que trabaje, produzca, consuma o invierta capital,  será castigado en directa proporción a su aporte” Firmado: “Régimen de Impuestos”. Ejecutante: Estado nacional.

Aquella trágica cupla ha liquidado el sistema político federal, ahogado el municipal y en consecuencia ha sustituido de hecho la anhelada democracia por una “monarquía” de raigambre caudillesca cuando no “de familia”, cuya “corte” forman todo tipo de barones políticos.

Quedo a su ordenes para seguir profundizando en el asunto, pues bien falta hace que algunos se ocupen de él.
Un abrazo,
Héctor Sandler

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